lunes, 2 de mayo de 2022

Kuelap: entre piedras y puntales.


Con pequeña garúa, el sábado a las seis de la mañana, tal como quedamos con Francisco Merino, salimos con rumbo a Kuelap. El 10 de abril, alrededor de las cinco de la tarde, la caída de parte de los muros, ya era noticia mundial. Después de mucho tiempo, el nombre de Luya, Tingo, Kuelap y Amazonas, tomaba interés de la prensa. Llegaron ministros, comisiones de expertos a tomarse fotos y acciones para paliar esta tragedia.

Luego de tanquear el vehículo, una cuatro por dos que parece de ocho por ocho, raudamente llegamos a Cáclic. De allí, respirando los aires y el disfrute de las brisas del Utcubamba, tal como lo hacen los sauces, los wicundos, las tayas, las truchas y las cashcas cruzamos Tingo para hacer una primera parada en Nogalcucho, donde un café aromático, cancha salada y mote blanco, nos regresaba a la vida. Doña Demetria Alcántara, ya tenía la promesa a nuestro retorno, darnos una talega de pan de trigo.

A Kuelap

De Nogalcucho, subimos a la montaña donde se erige monumental y herida la ciudad fortificada, legado de los Chachapoya y Luya Chillaos. En la ruta, dejamos un pueblito pintoresco pequeño, donde destaca su pequeña placita, sus instituciones educativas, y sus sembríos. Unas peñas gigantescas donde resaltan estratos de la tierra, nos impactan a lo lejos. Mientras el carro sube a las alturas, el frío pega nuestra piel, nuestros ojos se deleitan con otro paisaje lleno de cortaderas, praderas con ganado vacuno y uno que otro quishque que ladra nuestro paso. En tan corto tiempo, llegamos al último tramo de acceso por carretera. De allí, es una odisea. A la fortaleza, no hay más allá de diez minutos de distancia a pie. Ese día, las zapatillas o los zapatos, no servían de nada. Llet, llet, nuestros pasos se hundían en el fango. Solo había huellas de caballos y mulas. En menos de cincuenta metros, ya tuvimos unas caídas. Agarrándonos de los alambres de los cercos y violando la propiedad privada entrando a las chacras de maíz y papas, tuvimos que llegar al camino de piedra. ¡Uf!, pese a la odisea, muy cerca y delante de nuestros ojos, se podía apreciar parte de la ciudadela emblemática. Cien pasos más adelante, éramos, tanto Francisco como yo, dos enanos ante esta gigantesca construcción pétrea.






El impacto

Rápidamente quise hacer contacto visual con la zona de la muralla colapsada. Un paneo a primera instancia no se aprecia. Sí, destaca a primera vista una gigantografía de un antes y un después totalmente desteñido y una ruma de piedras de todo tamaño frente a la portada principal. A la derecha, la colosal pared que nos lleva a la segunda entrada. Caminé raudamente hacia la entrada por la ruta del parador turístico donde se encuentra la estación del Teleférico y allí es donde el corazón se acelera produciendo taquicardia, el cuerpo tiembla y los ojos se humedecen. Es impactante, grotesco, aterrador apreciar miles de piedras tiradas en el suelo y agudizar la mirada miope para ver tubos de PVC que destacan entre los derrumbes y muchas piedras que están a punto de rodar y acompañar a sus pares que se encuentran dispersas en un área de 400 mts.

Uno trata de respirar lento y recuperar la calma. Además de tomar fotos y grabar vídeos, se comienza a vomitar miles de preguntas que no encuentras respuestas. ¿Qué pasó? ¿Quién o quiénes son los culpables? ¿Los que invirtieron en estudios y excavaciones? ¿los que cortaron la tupida vegetación que estaba mullida hasta los años 80? ¿Acaso el gobierno, los operadores turísticos o nosotros como pueblo? Hay tanto que explicar y tanto por demandar. Hay tanto por decir y muchos todavía prefieren callar.





 Una visita por dentro.

Los representantes del Ministerio de Cultura (Arq. Willy Chiguala), coordinador de la Dirección Desconcentrada de Cultura de Amazonas, funcionarios de Defensa Civil, efectivos de la Policía y luego representantes del FREDICH y equipo técnico multidisciplinario de la Sociedad Civil, se sumaron a una visita guiada para refrescarnos lo que es por dentro esta ciudadela y al mismo tiempo, saber que son más de 22 puntos críticos que se tiene que atender.




Entramos a la fortaleza por la segunda puerta, nuestros pasos recorren piedras, nuestros ojos se deleitan por la mágica belleza. Vamos al Torreón donde nos informan que está en peligro de caer si es que no se interviene a tiempo. Se camina sobre senderos artificiales hechas de cuadrantes de madera que señala una ruta. Solo podemos mirar a lo lejos las construcciones pétreas, la maleza, los árboles sobrevivientes de la poda de los ochenta, restos de casas circulares que son atacados poco a poco por la maleza. En el Pueblo Alto, nos llama la atención viejos puntales que se pegan a las piedras de los muros. Nos dicen, que sin esas maderas que sirven de sostén, hace tiempo, esta zona, sería historia.




Cruzamos cerca a la puerta principal, solo se aprecia rumas de piedras tapadas con plástico transparente. Debe haber miles y me recuerda que eso estuvo en ejecución por una empresa que tuvieron que suspender contrato por no contar con avances significativos. En esos contratos y estudios de expertos contratados por el PLAN COPESCO, cada piedra caída o arrumbada vale oro. La falta de experiencia y una intervención centralizada en el campo arqueológico y no multidisciplinaria cobra factura y los resultados son más que evidentes.





Vamos por “El tintero”. Quizá es unas de las poquísimas estructuras que se mantienen bien. Ésta estructura fue reconstruida en los años 2006 al 2011, años en que se tuvo al Proyecto Especial, financiado por el Gobierno Regional de Amazonas. Vemos la fusión de las culturas; por un lado, las casas circulares propias de los chachas y rectangulares que eran una característica de los incas. Este espacio, quizá más moderno de todos, muestra los rezagos de la conquista inca.




Nos toca la salida. Es incómoda, se nota la fragilidad de la zona. Hay que bajar con mucho cuidado y lo peor nos espera. Afuera, caminamos muy cerca de la pared Oeste, se nota la majestuosidad de su altura pero al mismo tiempo, decenas de puntales de fierro son el obstáculo para que no se caiga. Un acompañante nos indica que hay una gran fisura que con seguridad será el inicio de un futuro colapso. Camino con el corazón en la mano y mirando arriba para ver si se cae algo. Este tramo de cinco minutos, quizá sean los más incómodos para todos. Es una suerte que se mantenga de pie. Es un milagro que no se registre hasta ahora ningún accidente. Respiro con alivio cuando me alejo, volteo a verla, es inconmensurable. Es difícil de definir en pocas las palabras la sensación cuando volvemos a ver la ruma de piedras tiradas por los suelos.





Quizá una hora estuvimos dentro. Me imaginé en sus tiempos de esplendor y  gloria. Me imagino los pasos de varones y mujeres recorriendo esta belleza. Recreo, una fogata, una olla de frejoles humeando en cualquiera de las cien casas, entrando a los varones cargando maíz y un buen sorbo de chicha que deleita los paladares de sus habitantes. Me deleito pensando en su gloria, al mismo tiempo, se para la respiración al pensar en su ocaso y abandono, pero eso es recuerdo. Hoy, duele sus heridas, duele su agonía. Duele, profundamente.

Actas y acuerdos.

Más tarde, entre opiniones técnicas y posturas institucionales y civiles, a pedido del Frente de Defensa de los Intereses de Chachapoyas (FREDICH) que representa Lindley Vargas y sus directivos con el apoyo de un equipo multidisciplinario, encabezado por el Arq. Napoleón Vargas Zubiate y representantes del MINCUL, en un acta rubricada por todos, concluyen:

  • Cierre temporal de Kuelap por seis meses.
  • Para el 2 de mayo se tendrán los informes institucionales tanto de la Dirección Descentralizada de Cultura de Amazonas, Defensa Civil, Municipalidad de Chachapoyas y del FREDICH que cuenta con el Comité de Vigilancia del Patrimonio Cultural Material, material y medio ambiental.
  • Definir con el Gobierno Regional la puesta en valor de zonas aledañas con presupuesto de este organismo regional.
  • 5 de mayo, a las 8.00 P.M se desarrollará una sesión de trabajo en la sede de la DDC- Amazonas.
  • Invitarán al Colegio de Ingenieros y Defensoría del Pueblo para que se unan a estas reuniones de coordinación.





Tarde, al cerrar a lo lejos sus ojos el sol y la lluvia tenue fina, muy fina baña nuestras humanidades, iniciamos el retorno. Un bastón de tres soles nos acompaña para evitar las caídas y rodar en el lodo. Abajo donde esperan los carros, una naranja, un sorbo de agua, nos regresa a la calma. Algo se hizo, se puso una piedra de muchas que permitirá ver a Kuelap (no se sabe en qué tiempo), hermosa, majestuosa como siempre.  Me queda en la memoria como eco, una frase de Ángel Vergara que nos decía que “en Kuelap ni siquiera el 15% del territorio fue valorado y se puso rápidamente al servicio del turismo”. Quizá eso sea el resultado de ver caída, desnuda a esta ciudadela que, pese a todo, tiene su magia y será eternamente nuestro orgullo.



De nuevo en la ruta,  de regreso a casa y contemplando el río Utcubamba, entre bocados de pan caliente y sorbos de agua, Francisco y yo, compartíamos ideas y nos hicimos compromisos personales de ser honestos y objetivos en este tema. Casi al unisono nos decimos que KUELAP SE DEBE CERRAR. Así como está es una vergüenza mostrarlo al mundo y que se debe impulsar otras alternativas como el ecoturismo, el vivencial y otros. Al parecer, decíamos que nos han mandado "enemigos de Amazonas" para hacer estos trabajos y provocar su destrucción adrede.  

Ya en el barrio, un abrazo de colegas y las gracias mutuas por compartir esta experiencia nos aleja temporalmente para volvernos a unir en otra aventura y de paso regresar a nuestros primeros pasos de periodistas.



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