viernes, 30 de junio de 2023

A la Florida (Pomacochas), sí voy más.

 


Iría muchas veces, más. No solo por esa sopa de arroz que hasta hoy se queda ese sabor en la boca, tampoco por su lago, que, como espejo mágico, te refleja en la cara los rayos del sol, menos por sus quesos diversos y de colores. A la Florida, puedo ir las veces que quiera. Es un polo de desarrollo en extensión en pleno corazón de Bongará, que vertiginosamente ha crecido y tiene varias manifestaciones por mostrar y recrear.



Dejó de ser, esa Pomacochas de los años sesenta, donde los pobladores con ponchos y caleros pasaban sus días en medio de totoras y comiendo carpas, truchas o pejerreyes, del arado de las chacras o del pastoreo. Hoy se viste de colores. Hace frio, sí, pero cuando el sol te abriga, también te quema, te resucita la existencia y hace tu estadía placentera. Esa Pomacochas, de los Catpo y los Chicanas, pasó a los Chávez, Bazán. Es un lugar extenso con una hegemonía de migrantes cajamarquinos que lo han forjado con otra mirada. Una evidencia de eso, son las estatuas pétreas traídas de Porcón y que adornan su Plaza, así como el ingreso al lago.

Regresé después de muchos años, exactamente desde el 2014, año en que formamos una Asociación de Turismo de la localidad, donde cruzamos el lago hasta el embarcadero de Levanto para comer cuyes y pejerreyes fritos o en ceviche y recibí como recuerdo un protector de cojín bordado con flores y un picaflor. De eso al 2023, Pomacochas, tiene cambios sorprendentes. Es más extensa, cuenta con hoteles de cinco pisos dispersos a lo largo del pueblo, varios restaurantes en toda la calle principal, decenas de mototaxis, y rueda de llantas de vehículos que pasan sin cesar a lo largo de las 24 horas del día.



Llegamos muy temprano, es el día del campesino, se aprecia mucho movimiento de gente. Bajo a la plaza, me embriagan sus colosales figuras de piedra. Destaca un picaflor cola de espátula, un pescador, una sirena y hasta un ordeño a la vaca. Cada retrato tallado es el reflejo de las actividades destacadas en la localidad. Sus calles ya no huelen a tierra mojada, el cemento se sembró en sus calles principales, que te llevan al Centro de Salud, al lago y hasta los miradores que han construido sus autoridades. Sin dejar de lado al camino del pantano, que hoy es ancho y hecho con piedras lajas, que te conducen a Campana Urco.




Al otro lado, está el lago al cual se ingresa por un camino temático; por un lado, extensiones de pastos y ganado, al otro, flores y bloques de piedra con figuras emblemas de la zona. Hay, una boletería donde pagas tres soles para entrar. Una plazuela rodeada de restaurantes y artesanía te espera, unos metros adelante, un camino flotante espera tus pasos para el embarcadero, donde botes de diferentes tamaños te esperan para que hagas un recorrido por las aguas del lago, lleno de mitos y leyendas. Se dice que debajo de él, hay un pueblo. Un pueblo que no quiso ayudar a un viejito y éste lo maldijo y se inundó. Este lago, tiene diversas historias por contar. Lo rodea millones de totoras que sirven para hacer canastas, cestos y petates. Las totoras son el lugar ideal para que aniden las garzas y las nutrias, que un día surcaron el Imaza, se apropiaron del lago y es hoy por hoy, un milagro encontrar un pejerrey, de esos que alguna vez sembró la CORDEAMAZONAS.




Pomacochas, es quizá el lugar de mayor crecimiento poblacional, tan igual que Jazán. Es un territorio cuya actividad principal es la ganadería. De allí, que le ha convertido en una cuenca lechera muy importante. Hay quesos muy variados y lo curioso que la mayoría de ello, lo llevan a Cajamarca, allí lo etiquetan y van a los supermercados limeños. Sus más de 2,220 metros sobre el nivel del mar y sus casi tres mil habitantes la hacen merecedora de mejoras permanentes.

Su gente de hoy, tiene otro rostro, otra mirada. El pueblo, tampoco es el mismo. Cambia de piel permanentemente y eso es bueno, para ellos, para Bongará y Amazonas. Todo cambio, es vital. Maturana, decía “que el movimiento, te renueva, te vitaliza, te hace sentir vivo”. Pomacochas sigue vivo, latente, pujante. Sigue siendo esa joya natural que brilla por determinación de sus hijos y autoridades.

Y la volveremos a ver…



1 comentario:

Luis Servan dijo...

Los cambios en nuestros pueblos son sorprendentes. Se agradece, señor Cabañas por sus escritos. Un abrazo.