Hasta que se tuvo que dar. Toco su
puerta, siento pasos que se acercan a la puerta y golpes de bastón. Me abre,
nos saludamos como viejos amigos, me dice “pasa Ubicho” (era muy amigo de mi
padre y también su vecino). En la mano, lleva una caja Umbro ¿Qué tienes en la
mano, viejo? ¡La camiseta que me regalo, Gareca! Sentenció. Entramos a su sala,
frente a frente, una leyenda del deporte y un periodista cazando nuevas
historias.
Tiene ochenta y siete años y una
memoria prodigiosa en la que almacena hasta los más insignificantes recuerdos.
Bien claro tiene los nombres de sus compañeros de heroicas jornadas deportivas:
Gonzalo Servan, Ariel Herrera, Primitivo Reátegui, entre otros.
En mi época no había estadios, se
jugaba en Belén. En el Seminario, me nació el deporte. En esos tiempos solo
había dos equipos: Centro Escolar y Seminario. Mis compañeros que me decían “Shisha”
(no pronunciaba bien mi nombre de Cesar), me convencieron para jugar e inicié
mi aventura desde la banca. Ante la ausencia del titular tuve que entrar y esas
cosas raras que pasan en la vida, faltaba treinta segundos para terminar el
partido, cerrando mis ojos lancé la pelota y enceste. Desde esa vez, fui titular.
Esboza una sonrisa. Al final, salí como héroe, los curas Bardales y Reátegui un
poco más me besaban y fue una emoción muy grande para mí.
Ya en el San Juan también
practicaba deporte. Terminado las clases, tiraba los cuadernos y me iba al
estadio de Belén. Jugábamos partiditos con los vecinos del parque con pelotas de
jebe. En esos encuentros era observado por mi profesor, Florentino Ordinola que
al saber que en el básquet hay que tener la habilidad de sujetar bien la
pelota, me induce para que sea arquero y me formó para ello. En el campeonato
intersecciones del colegio ya jugaba por mi sección con compañeros del 3 hasta
el 5 de secundaria. Los de quinto “ya eran viajazos” dice y ríe. Salí a la luz
un 24 de junio donde el San Juan tenía que jugar con la Guardia Civil. Era un
partido muy fuerte, los de la policía eran maduros. Bien plantaos. Me acuerdo bien de un wing
izquierdo, Darío Alvarado y de wing derecho, Alberto López. Mi profesor de
educación física me enseñaba que dependiendo de donde venga la pelota, me tire
a lo seguro ya sea a la derecha o la izquierda ¿Y si venía al centro? ¡Ya te
jodiste!, risas.
Me cuenta que se armó todo un show
antes de ese partido, el arquero titular, Pimentel no llegaba a la cancha y los
buscaban por todas partes y el “pata” se había tirado su “tranca”. El director,
los demás profesores, pedían al entrenador para que lo reemplace. “No, ni loco,
lo pasa algo a “Shisha”, su papá Don Tomás, nos denuncia y voy a Santo Domingo.
Ya la Guardia Civil estaba en la cancha hace diez minutos, estaba repleto de gente. La intervención de Germán Merino, el instructor,
hizo que entre a jugar. Mi uniforme, era pantalón del colegio, mi rodillera
era un pañuelo, mi cristinita tipo “Mago” Valdiviezo y a la cancha. No supe ni
porque era las hurras para el equipo, temblando, temblando me puse al pie del
arco, que consistía en tres magüéis amarrados con guanchil. Tenía 15 años.
Comenzó el partido, la GC hace un
avance peligroso, el wing derecho dispara con fuerza y lo rompe el arco. Tuve
miedo, me asusté. Pasado los minutos, Germán “El pichucho” Ampuero mete el gol
para el San Juan, todo el estadio saltó de alegría. Ya faltando tres minutos
para que acabe el partido, cobran un penal a favor de la GC. Dispara Alvarado y
como era zurdo me tiré una “boladaza” y lo tiré al corner, todos salieron a
abrazarme. Se acabó el partido y se armó una “broncaza” y la victoria lo
celebramos en el calabozo. Sólo con la intervención del Prefecto, nos dejaron
salir. Afuera estaba la banda. Me cargaron en hombros y bajamos por la calle “El
Comercio”. Frente a la tienda de mi padre, estaba él y otros amigos y se
levantaron de sus sillas para ver porque era la bulla. Uno de sus amigos, le
dice a mi padre “Hoy Tomás, el Julio, tu hijo, viene cargado en hombros, siéntete
orgulloso”. “Seguro que es por la pelota, fue su respuesta. Si sería por
matemática, cierro la tienda y nos emborrachamos, carajo”. Más risas.
Mi padre enferma y eso hace que
deje la carrera de Derecho en la Universidad de Trujillo. “Fue triste perder a
mi mamá”. No quería que eso pase lo mismo con el viejo, así que regresé a
Chachapoyas en vuelo desde Chiclayo que costaba cuarenta soles. Poco a poco
puse mi tiendita. En una de esas noches de veladas culturales y deportivas por
el año 54 se iban a enfrentar en básquet la Guardia Civil con “La Normal” en
las canchas del viejo San Juan, donde hoy es la “Virgen Asunta”. El árbitro era Juanito Valdivia. En el equipo
de “los guardias” había un capitán Bahamondi, que había jugado en Argentina y
Chile por la selección. Algo ocurrió que el árbitro, dejo el silbato en la mesa
de control y salió del colegio. El problema era el reemplazo. En este momento,
entro a ver el partido y el director del colegio, sabiendo que he sido jugador,
me empujan y a la mala me piden que arbitre, acepté con la condición de que se
me dé todas las garantías, aceptadas éstas, reiniciamos el partido, ¡Qué
partido!. Cesto para uno, cesto para otro equipo.
Faltando tres minutos para terminar
el encuentro, el capitán Bahamondi, le golpea en la pierna a un jugador del San
Juan, interrumpo el encuentro y le amenazo con botar para otra falta. Dos minutos
después, le mete un planchazo en la cara al “Chinche” Ariel Herrera, lo
expulso. ¡Te me vas! El resultado fue empate y tenía que haber un suplementario,
dejé el pito y me zafe.
Al día siguiente al poco tiempo de
abrir la tienda siento unos pasos, era del capitán Bahamondi y me pidió que lo
acompañe a la policía. Caminamos varias cuadras y entramos a la bodega de Rita
Santillán. Todos habían amanecido chupando. Lo he traído, Señor Villacrez para
que delante de todos le diga que “nunca en mi vida me han expulsado de una
cancha y nunca me imaginé que en Chachapoyas me sucedería esto. Usted tiene
futuro como árbitro, vaya a Lima a especializarse y el mundo será suyo, porque
usted es bueno. Salud, tomamos un vaso de cerveza, me estrechó la mano y salí.
(continuará…)
2 comentarios:
Su carrera es en la mejor cancha, la de la vida!
Hermoso relato, gracias por esta gran historia...
Julito Villacrez un gran personaje, su disciplina un ejemplo a seguir. Sería muy bueno continuar publicando sus hermosos relatos
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