Hacemos una pausa, curiosamente nos
ponemos de pie, me mira y dice “es la segunda vez que lo cuento, ah”, tengo
tantas experiencias como para publicar un libro entero, dice y nos volvemos a
sentar. Huele en el ambiente a café y a humitas.
En esos años, no había mucha competencia
deportiva, es por eso que el fútbol se jugaba con la Guardia Civil o el
Instituto agropecuario que después fue el INEI, pero como la fiesta de San Juan
era la fiesta de esa época, se hacía campeonatos provinciales. Desde Bagua,
Leymebamba, Chuquibamba. Bongará, Luya y Mendoza venían sus selecciones a jugar
la pelota y que calidad de delegados deportivos tenían. Eran magistrados, gente
de bien y se armaba unas discusiones técnicas deportivas que era admirable en
esa época. Belén, para que sea una cancha de fútbol, se acondicionaba cerrando
la plazuela, en cada esquina se ponía a gente para que cobre, donde es hoy el
estadio era una pampa de purito agua rodeado de totoras y garzas blancas y de
vez en cuando se veía nadar a patos salvajes, me dice. Eran partidazos que se
definía casi al final.
Con el paso de los años, surge
iniciativas para que de esos campeonatos se creara una liga de fútbol y es allí
donde nace el Sachapuyos, Higos Urco. Era para mí un serio compromiso ser socio
de algún equipo, tanto de la H y la U como del “Sachas” me llamaban y me hice
socio del Higos Urco por amistad y ya no me pude negar ante el pedido del
doctor Barcellos y Villacorta ““Shisha”, en el club tienes médico, tienes
abogado, así por allí tendrás nuestro apoyo”. Todas esas promesas al inicio
eran muy consideradas conmigo hasta que, en un partido para el campeonato, me
lesioné, pese a que me pusieron éter, no pude seguir en la cancha. Allí me
reemplaza el “loco” serenata. Campeonamos y todos fuimos a la concentración en
la casa de Don David Reyna. Todos salieron festejar, menos yo, me quede sobre
un colchón y con el paso de las horas el dolor era intenso y gritaba, pero
nadie me escuchaba. A eso de las tres de la mañana, la esposa de Don David,
entra al cuarto y ante mis gritos me ponen una ampolla y desde allí dejé al
Higos Urco.
Local del Club Alonso de Alvarado |
Alejado del deporte, viene un grupo
de amigos de Yance encabezados por Cesar Collazos y Gilbert Feijoó que era el
alcalde de la ciudad y me invitan para una reunión a fin de organizar el Club
Alonso de Alvarado, me voy y no pue me eligen presidente (risas). Pucha, dice,
ya pues lo festejamos y entre tragos ofrezco comprar el terreno para el local
del club. Con el paso de los días, aquel compromiso se tenía que hacer y
organizamos fiestas sociales, con cuatro de ellas sacamos la plata para el
local. En ese lapso, arriban Gustavo Lanatta y Esteban Ampuero, nuestro senador
y diputado y ellos ya habían presentado una propuesta para que el Ministerio de
Hacienda destine dinero para que el Sachapuyos tenga su local. Gilbert Feijóo y
Collazos me seducen para que pida lo mismo, pero yo nada que ver con el APRA pue,
dice. Esa noche no dormi pensando que hacer para lograr tener el local, ya los
dueños no querían 200, más de 300 mil querían. Ya con la idea, me voy a
buscarlos a nuestros padres de la patria y les propongo que “hagamos una jugada
maestra”. Si me hacen ese favor, toditos los del Alonso se hacen apristas poco
a poco les dije.
Don Gustavo y Esteban, mañana a las
diez de la mañana vayan al terreno, lleven un topógrafo y si preguntan qué
hacen allí, les dicen a los dueños que están midiendo el terreno para expropiar
a fin de construir el Hospital. Dicho y hecho, el topógrafo era Miranda y
cuando le preguntan los dueños que ese terreno una vez medido, lo expropiarán y
le pagarán al precio del autoevalúo, ni corto ni perezosos los dueños por la
nochecita se fueron a verme a ofrecerme el terreno y lo compramos a 210 mil
soles. Compramos el terreno, pero no sé si es que los socios se hicieron
apristas, jajajajajaja.
Entre pausa y pausa, sus manos
acarician la caja, sus ojos brillan. Me llega una carta de la Federación de
Fútbol donde me invitan a participar de una reunión con Gareca, me dicen, pensé
que era una reunión donde se pueda proponer o que nos escuchen sobre nuestras
experiencias. Cuando ingresé al coliseo había muchísima gente y vi poco a poco
a conocidos míos como “La rata” Zubiate, Augusto Poémape, Palito Jiménez, Nos
hacen pasar a la cancha y con el ingreso
de Gareca se iniciaba toda una ceremonia hasta que de pronto me invitan a pasar
adelante y Gareca sale de su sitio y camina hacia mí, me abraza, lo saludo y lo
felicito por habernos llevado a Rusia y me hace entrega del polo de la
selección peruana, la gente aplaudía con mucha emoción, peor fue la mía cuando
me entregan la camiseta y mi apellido estaba impreso en la misma, ¡Carajo, casi
me da un ataque al corazón!. Lo besé la camiseta, alcé mi sombrero y regresé a
mi asiento. En mi memoria, volvía como cine cada etapa de mi vida: las
atajadas, el arbitraje, las camisetas que vestí tanto en Chachapoyas como en
Trujillo, lo mismo los diplomas firmados por todos los alcaldes dedicado “Al
mejor árbitro del campeonato”. Pasaba por mi memoria, mi viejo que odiaba la
pelota, de mi madre que me dejó a los once años, esas viejas calles de la
sapra, de Luya Urco y los aplausos y las cargadas en hombros terminado un
partido.
Me mira, brilla sus ojos. Viejo, le
digo y ¿cómo quisieras que te recuerden?: “Decente, solo eso. Siempre he sido íntegro
y al pan, pan y al vino, vino” me dice. “No sé hasta cuando Dios me tendrá
vivo, pero si algo puedo pedir es que los jóvenes estudien, lean, investiguen y
lo quieran a la tierra donde viven. Chachapoyas, es la tierra que amo, tanto e
igual que a mi familia.
Lo miro y lo veo a mi viejo, su
amigo. Sus arrugas, su mirada, su sonrisa de niño y blanco pelo son señales que
la vida le dio el privilegio de ser parte de nuestra historia y con él quedará
una huella imborrable en el deporte de nuestra tierra.
¡Chao, viejo, Julio! ¡Chao,
Ubichito!. Le tomo una foto con esa querida camiseta que ya le ofrecieron
comprar, lo agarra como para no desprenderse nunca de ella y que forme parte de
su piel…eternamente.
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