miércoles, 30 de octubre de 2019

“La pelota, mi pasión”



mí me encantaba el Básquet. Allí me inicié en el Seminario, tenía bueno mano. Tiro y cesto. Así comienza mi relación con el deporte. Muy temprano me quedé huérfano, mi madre murió cuando tenía 11 años (baja la cabeza y quiere llorar), fue muy triste para mí. Otro golpe a mi vida llega con la enfermedad de mi viejo, nos dijeron que se tiene que cuidarlo, ni mucha alegría menos tristezas. Eso me obligó dejar la universidad. Hoy quizá ya sería un abogado retirado. La vida son golpes y oportunidades. No me quejo de nada. La vida me dio de todo: mi esposa, mis hijos y nietos a quienes amo tanto.




Hasta que se tuvo que dar. Toco su puerta, siento pasos que se acercan a la puerta y golpes de bastón. Me abre, nos saludamos como viejos amigos, me dice “pasa Ubicho” (era muy amigo de mi padre y también su vecino). En la mano, lleva una caja Umbro ¿Qué tienes en la mano, viejo? ¡La camiseta que me regalo, Gareca! Sentenció. Entramos a su sala, frente a frente, una leyenda del deporte y un periodista cazando nuevas historias.

Tiene ochenta y siete años y una memoria prodigiosa en la que almacena hasta los más insignificantes recuerdos. Bien claro tiene los nombres de sus compañeros de heroicas jornadas deportivas: Gonzalo Servan, Ariel Herrera, Primitivo Reátegui, entre otros.

En mi época no había estadios, se jugaba en Belén. En el Seminario, me nació el deporte. En esos tiempos solo había dos equipos: Centro Escolar y Seminario. Mis compañeros que me decían “Shisha” (no pronunciaba bien mi nombre de Cesar), me convencieron para jugar e inicié mi aventura desde la banca. Ante la ausencia del titular tuve que entrar y esas cosas raras que pasan en la vida, faltaba treinta segundos para terminar el partido, cerrando mis ojos lancé la pelota y enceste. Desde esa vez, fui titular. Esboza una sonrisa. Al final, salí como héroe, los curas Bardales y Reátegui un poco más me besaban y fue una emoción muy grande para mí.

Ya en el San Juan también practicaba deporte. Terminado las clases, tiraba los cuadernos y me iba al estadio de Belén. Jugábamos partiditos con los vecinos del parque con pelotas de jebe. En esos encuentros era observado por mi profesor, Florentino Ordinola que al saber que en el básquet hay que tener la habilidad de sujetar bien la pelota, me induce para que sea arquero y me formó para ello. En el campeonato intersecciones del colegio ya jugaba por mi sección con compañeros del 3 hasta el 5 de secundaria. Los de quinto “ya eran viajazos” dice y ríe. Salí a la luz un 24 de junio donde el San Juan tenía que jugar con la Guardia Civil. Era un partido muy fuerte, los de la policía eran maduros. Bien plantaos. Me acuerdo bien de un wing izquierdo, Darío Alvarado y de wing derecho, Alberto López. Mi profesor de educación física me enseñaba que dependiendo de donde venga la pelota, me tire a lo seguro ya sea a la derecha o la izquierda ¿Y si venía al centro? ¡Ya te jodiste!, risas.

Me cuenta que se armó todo un show antes de ese partido, el arquero titular, Pimentel no llegaba a la cancha y los buscaban por todas partes y el “pata” se había tirado su “tranca”. El director, los demás profesores, pedían al entrenador para que lo reemplace. “No, ni loco, lo pasa algo a “Shisha”, su papá Don Tomás, nos denuncia y voy a Santo Domingo. Ya la Guardia Civil estaba en la cancha hace diez minutos, estaba repleto de gente. La intervención de Germán Merino, el instructor, hizo que entre a jugar. Mi uniforme, era pantalón del colegio, mi rodillera era un pañuelo, mi cristinita tipo “Mago” Valdiviezo y a la cancha. No supe ni porque era las hurras para el equipo, temblando, temblando me puse al pie del arco, que consistía en tres magüéis amarrados con guanchil. Tenía 15 años.


Comenzó el partido, la GC hace un avance peligroso, el wing derecho dispara con fuerza y lo rompe el arco. Tuve miedo, me asusté. Pasado los minutos, Germán “El pichucho” Ampuero mete el gol para el San Juan, todo el estadio saltó de alegría. Ya faltando tres minutos para que acabe el partido, cobran un penal a favor de la GC. Dispara Alvarado y como era zurdo me tiré una “boladaza” y lo tiré al corner, todos salieron a abrazarme. Se acabó el partido y se armó una “broncaza” y la victoria lo celebramos en el calabozo. Sólo con la intervención del Prefecto, nos dejaron salir. Afuera estaba la banda. Me cargaron en hombros y bajamos por la calle “El Comercio”. Frente a la tienda de mi padre, estaba él y otros amigos y se levantaron de sus sillas para ver porque era la bulla. Uno de sus amigos, le dice a mi padre “Hoy Tomás, el Julio, tu hijo, viene cargado en hombros, siéntete orgulloso”. “Seguro que es por la pelota, fue su respuesta. Si sería por matemática, cierro la tienda y nos emborrachamos, carajo”. Más risas.

Mi padre enferma y eso hace que deje la carrera de Derecho en la Universidad de Trujillo. “Fue triste perder a mi mamá”. No quería que eso pase lo mismo con el viejo, así que regresé a Chachapoyas en vuelo desde Chiclayo que costaba cuarenta soles. Poco a poco puse mi tiendita. En una de esas noches de veladas culturales y deportivas por el año 54 se iban a enfrentar en básquet la Guardia Civil con “La Normal” en las canchas del viejo San Juan, donde hoy es la “Virgen Asunta”.  El árbitro era Juanito Valdivia. En el equipo de “los guardias” había un capitán Bahamondi, que había jugado en Argentina y Chile por la selección. Algo ocurrió que el árbitro, dejo el silbato en la mesa de control y salió del colegio. El problema era el reemplazo. En este momento, entro a ver el partido y el director del colegio, sabiendo que he sido jugador, me empujan y a la mala me piden que arbitre, acepté con la condición de que se me dé todas las garantías, aceptadas éstas, reiniciamos el partido, ¡Qué partido!. Cesto para uno, cesto para otro equipo.


Faltando tres minutos para terminar el encuentro, el capitán Bahamondi, le golpea en la pierna a un jugador del San Juan, interrumpo el encuentro y le amenazo con botar para otra falta. Dos minutos después, le mete un planchazo en la cara al “Chinche” Ariel Herrera, lo expulso. ¡Te me vas! El resultado fue empate y tenía que haber un suplementario, dejé el pito y me zafe.

Al día siguiente al poco tiempo de abrir la tienda siento unos pasos, era del capitán Bahamondi y me pidió que lo acompañe a la policía. Caminamos varias cuadras y entramos a la bodega de Rita Santillán. Todos habían amanecido chupando. Lo he traído, Señor Villacrez para que delante de todos le diga que “nunca en mi vida me han expulsado de una cancha y nunca me imaginé que en Chachapoyas me sucedería esto. Usted tiene futuro como árbitro, vaya a Lima a especializarse y el mundo será suyo, porque usted es bueno. Salud, tomamos un vaso de cerveza, me estrechó la mano y salí. (continuará…)

2 comentarios:

Unknown dijo...

Su carrera es en la mejor cancha, la de la vida!
Hermoso relato, gracias por esta gran historia...

Unknown dijo...

Julito Villacrez un gran personaje, su disciplina un ejemplo a seguir. Sería muy bueno continuar publicando sus hermosos relatos