Con pequeña garúa, el sábado a las seis de la mañana, tal como quedamos con Francisco Merino, salimos con rumbo a Kuelap. El 10 de abril, alrededor de las cinco de la tarde, la caída de parte de los muros, ya era noticia mundial. Después de mucho tiempo, el nombre de Luya, Tingo, Kuelap y Amazonas, tomaba interés de la prensa. Llegaron ministros, comisiones de expertos a tomarse fotos y acciones para paliar esta tragedia.
Luego de tanquear
el vehículo, una cuatro por dos que parece de ocho por ocho, raudamente
llegamos a Cáclic. De allí, respirando los aires y el disfrute de las brisas
del Utcubamba, tal como lo hacen los sauces, los wicundos, las tayas, las
truchas y las cashcas cruzamos Tingo para hacer una primera parada en
Nogalcucho, donde un café aromático, cancha salada y mote blanco, nos regresaba
a la vida. Doña Demetria Alcántara, ya tenía la promesa a nuestro retorno,
darnos una talega de pan de trigo.
A Kuelap
De
Nogalcucho, subimos a la montaña donde se erige monumental y herida la ciudad
fortificada, legado de los Chachapoya y Luya Chillaos. En la ruta, dejamos un
pueblito pintoresco pequeño, donde destaca su pequeña placita, sus
instituciones educativas, y sus sembríos. Unas peñas gigantescas donde resaltan
estratos de la tierra, nos impactan a lo lejos. Mientras el carro sube a las alturas,
el frío pega nuestra piel, nuestros ojos se deleitan con otro paisaje lleno de
cortaderas, praderas con ganado vacuno y uno que otro quishque que ladra
nuestro paso. En tan corto tiempo, llegamos al último tramo de acceso por
carretera. De allí, es una odisea. A la fortaleza, no hay más allá de
diez minutos de distancia a pie. Ese día, las zapatillas o los zapatos, no
servían de nada. Llet, llet, nuestros pasos se hundían en el fango. Solo había
huellas de caballos y mulas. En menos de cincuenta metros, ya tuvimos unas
caídas. Agarrándonos de los alambres de los cercos y violando la propiedad privada
entrando a las chacras de maíz y papas, tuvimos que llegar al camino de piedra.
¡Uf!, pese a la odisea, muy cerca y delante de nuestros ojos, se podía apreciar
parte de la ciudadela emblemática. Cien pasos más adelante, éramos, tanto Francisco
como yo, dos enanos ante esta gigantesca construcción pétrea.
El impacto
Rápidamente quise
hacer contacto visual con la zona de la muralla colapsada. Un paneo a
primera instancia no se aprecia. Sí, destaca a primera vista una gigantografía
de un antes y un después totalmente desteñido y una ruma de piedras de todo
tamaño frente a la portada principal. A la derecha, la colosal pared que nos lleva
a la segunda entrada. Caminé raudamente hacia la entrada por la ruta del
parador turístico donde se encuentra la estación del Teleférico y allí es donde
el corazón se acelera produciendo taquicardia, el cuerpo tiembla y los ojos se humedecen.
Es impactante, grotesco, aterrador apreciar miles de piedras tiradas en el suelo
y agudizar la mirada miope para ver tubos de PVC que destacan entre los
derrumbes y muchas piedras que están a punto de rodar y acompañar a sus pares
que se encuentran dispersas en un área de 400 mts.
Uno trata de
respirar lento y recuperar la calma. Además de tomar fotos y grabar vídeos, se
comienza a vomitar miles de preguntas que no encuentras respuestas. ¿Qué pasó?
¿Quién o quiénes son los culpables? ¿Los que invirtieron en estudios y excavaciones?
¿los que cortaron la tupida vegetación que estaba mullida hasta los años 80? ¿Acaso
el gobierno, los operadores turísticos o nosotros como pueblo? Hay tanto que
explicar y tanto por demandar. Hay tanto por decir y muchos todavía prefieren
callar.
Los representantes
del Ministerio de Cultura (Arq. Willy Chiguala), coordinador de la Dirección
Desconcentrada de Cultura de Amazonas, funcionarios de Defensa Civil, efectivos
de la Policía y luego representantes del FREDICH y equipo técnico
multidisciplinario de la Sociedad Civil, se sumaron a una visita guiada para
refrescarnos lo que es por dentro esta ciudadela y al mismo tiempo, saber que
son más de 22 puntos críticos que se tiene que atender.
Entramos a la
fortaleza por la segunda puerta, nuestros pasos recorren piedras, nuestros ojos
se deleitan por la mágica belleza. Vamos al Torreón donde nos informan que está
en peligro de caer si es que no se interviene a tiempo. Se camina sobre senderos artificiales hechas de cuadrantes de madera que señala una ruta. Solo podemos mirar
a lo lejos las construcciones pétreas, la maleza, los árboles sobrevivientes de
la poda de los ochenta, restos de casas circulares que son atacados poco a poco
por la maleza. En el Pueblo Alto, nos llama la atención viejos puntales que
se pegan a las piedras de los muros. Nos dicen, que sin esas maderas que sirven
de sostén, hace tiempo, esta zona, sería historia.
Cruzamos
cerca a la puerta principal, solo se aprecia rumas de piedras tapadas con
plástico transparente. Debe haber miles y me recuerda que eso estuvo en
ejecución por una empresa que tuvieron que suspender contrato por no contar con
avances significativos. En esos contratos y estudios de expertos contratados por
el PLAN COPESCO, cada piedra caída o arrumbada vale oro. La falta de
experiencia y una intervención centralizada en el campo arqueológico y no multidisciplinaria
cobra factura y los resultados son más que evidentes.
Vamos por “El
tintero”. Quizá es unas de las poquísimas estructuras que se mantienen bien. Ésta estructura fue reconstruida en los años 2006 al 2011, años en que se tuvo
al Proyecto Especial, financiado por el Gobierno Regional de Amazonas. Vemos la
fusión de las culturas; por un lado, las casas circulares propias de los
chachas y rectangulares que eran una característica de los incas. Este espacio,
quizá más moderno de todos, muestra los rezagos de la conquista inca.
Nos toca la salida. Es incómoda, se nota la fragilidad de la
zona. Hay que bajar con mucho cuidado y lo peor nos espera. Afuera, caminamos
muy cerca de la pared Oeste, se nota la majestuosidad de su altura pero al
mismo tiempo, decenas de puntales de fierro son el obstáculo para que no se
caiga. Un acompañante nos indica que hay una gran fisura que con seguridad será
el inicio de un futuro colapso. Camino con el corazón en la mano y mirando
arriba para ver si se cae algo. Este tramo de cinco minutos, quizá sean los más
incómodos para todos. Es una suerte que se mantenga de pie. Es un milagro que
no se registre hasta ahora ningún accidente. Respiro con alivio cuando me
alejo, volteo a verla, es inconmensurable. Es difícil de definir en pocas las
palabras la sensación cuando volvemos a ver la ruma de piedras tiradas por los
suelos.
Quizá una hora estuvimos dentro. Me imaginé en sus tiempos de
esplendor y gloria. Me imagino los pasos de varones y mujeres recorriendo
esta belleza. Recreo, una fogata, una olla de frejoles humeando en cualquiera
de las cien casas, entrando a los varones cargando maíz y un buen sorbo de
chicha que deleita los paladares de sus habitantes. Me deleito pensando en su
gloria, al mismo tiempo, se para la respiración al pensar en su ocaso y
abandono, pero eso es recuerdo. Hoy, duele sus heridas, duele su agonía. Duele,
profundamente.
Actas y acuerdos.
Más tarde, entre opiniones técnicas y posturas institucionales
y civiles, a pedido del Frente de Defensa de los Intereses de Chachapoyas
(FREDICH) que representa Lindley Vargas y sus directivos con el apoyo de un
equipo multidisciplinario, encabezado por el Arq. Napoleón Vargas Zubiate y
representantes del MINCUL, en un acta rubricada por todos, concluyen:
- Cierre temporal de Kuelap por seis meses.
- Para el 2 de mayo se tendrán los informes institucionales tanto de la Dirección Descentralizada de Cultura de Amazonas, Defensa Civil, Municipalidad de Chachapoyas y del FREDICH que cuenta con el Comité de Vigilancia del Patrimonio Cultural Material, material y medio ambiental.
- Definir con el Gobierno Regional la puesta en valor de zonas aledañas con presupuesto de este organismo regional.
- 5 de mayo, a las 8.00 P.M se desarrollará una sesión de trabajo en la sede de la DDC- Amazonas.
- Invitarán al Colegio de Ingenieros y Defensoría del Pueblo para que se unan a estas reuniones de coordinación.
Tarde, al cerrar a lo lejos sus ojos el sol y la lluvia tenue
fina, muy fina baña nuestras humanidades, iniciamos el retorno. Un bastón de
tres soles nos acompaña para evitar las caídas y rodar en el lodo. Abajo donde
esperan los carros, una naranja, un sorbo de agua, nos regresa a la calma. Algo
se hizo, se puso una piedra de muchas que permitirá ver a Kuelap (no se sabe en
qué tiempo), hermosa, majestuosa como siempre.
Me queda en la memoria como eco, una frase de Ángel Vergara que nos
decía que “en Kuelap ni siquiera el 15% del territorio fue valorado y se puso
rápidamente al servicio del turismo”. Quizá eso sea el resultado de ver caída,
desnuda a esta ciudadela que, pese a todo, tiene su magia y será eternamente nuestro
orgullo.
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