Dicen que aquel que no viaja, aun
que sea una vez, no abre los ojos a la realidad. Yo, vengo viajando desde hace
30 años recorriendo cada pedazo de tierra de Amazonas y si se repite la ruta
por más de una vez, creo que tu piel cambia, se impregna, se tiñe de orgullo
por la tierra que te vio nacer. Hice por enésima vez la ruta: Chachapoyas,
Levanto, Mayno, Magdalena. Más que una ruta, una forma de vivir y querer lo
nuestro.
Chachapoyas – Levanto.
Subir por el lomo del Puma hacia
Levanto es fantástico. Es dejar huellas en búsqueda de otras y cada vez más
añejas. Es regresar al pasado, a lo mítico, a la imaginación, a ver a Tupac
Yupanqui negociando el canal de Aspachaca o el Pozo Hexagonal que es todo un
misterio, es recaminar ante la historia y visibilizar el cambio de territorio
de una añeja ciudad como Chachapoyas. Es también disfrutar de la pureza del
aire, es encontrarse cara a cara con el tiempo, las ganas por hacer una vida
mejor y por preservar las costumbres y ancestrales tradiciones que son la única
forma de mantenerse vivo con y ante el tiempo.
Levanto – Mayno.
Dejando el pueblo y sus legados,
así como hoteles sumergidos en medio del misticismo como Levanto Lodge, bajas a
San Isidro del Mayno por serpenteantes caminos llenos de viva vegetación, de
paisajes inconmensurables, de viejas leyendas y cerros inmensos como la otra
cara del Puma Urco, grandes extensiones de tierras preparadas para el cultivo o
de lejos mirar a la imponente “Fortaleza de Kuélap” , sigue volando tu
imaginación y viene a tu mente esas lejanas leyendas de Apus, collas, caciques
que de un brinco saltaban de un cerro a otro defendiendo el orgullo chachapoya:
Oler las aguas caudalosas del Condechaca, la caña fermentada lista para el
guarapo y deleitarse con bandadas de loros chocleros y llegar a La Magdalena, sientes
que renaces de energía mítica de aquellos bravos y gallardos antepasados que a
lomo de mula, de su lomo y fuerza lo
hecharon más que ganas para dejarnos vivos a cada pueblo.
Magdalena – Tingo
Es una ruta corta, muy corta pero
llena de colorido visual. Es la tierra de Macro que representa el reto a la
gravedad y al tiempo por parte de los Chachapoya que construyeron muros de
piedras al borde del acantilado, manteniéndose como vigías eternos de una
cultura que se niega a morir.
Es la tierra de los experimentos
agrícolas y de viviendas de campo, como también para la producción de tara y de
estudios para mitigar la Leishmaniosis, de hoteles majestuosos que tuvieron
gloria etérea y que poco a poco se levantan como el ave fénix.
Magdalena como la Jalca, Yeso y Santo
Tomás, representan al coraje, la bravura de nuestra raza. Muchas revueltas y
tomas de la ciudad, como muerte, derrotas y victorias políticas han nacido
desde esta parte de Amazonas. Son legados que siguen escondiendo en su manto
muchas historias por contar.
Es la ruta donde se erigen puentes emblemáticos
como 2 de Mayo en Tingo, construido por manos italianas y españolas y labradas
cada piedra con picapedreros de nuestra añorada tierra.
Es una ruta que en carro lo puedes
hacer en tres horas, tiempo que se incluye las paradas, tomar unas cuantas
fotos. Es un tiempo para añorar, para salir del marasmo, de la rutina y hacer
que nuestros ojos se acostumbren a la magia de un viaje, que cada vez se hace necesario en
cada ser humano que siente, vibra y ama la tierra de sus padres y abuelos.
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