martes, 13 de marzo de 2018

Experiencia y juventud



Hace treinta años, recuerdo que era responsable del área de capacitación de Defensa Civil y era la primera vez que me enfrentaba a un “monstruo” llamado público. Era Jaén, mi primera experiencia para compartir información sobre el papel de los medios de comunicación en casos de desastres. Desde allí hasta ahora, he tenido el privilegio de conversar con miles de personas tanto en Amazonas, Piura, Cajamarca, Lambayeque, Lima, La Libertad, Puno, Huancayo y fuera del país, ya sea en foros reducidos o grandes donde asisten todo tipo de público. Y casi siempre, recibo saludos y gracias por las exposiciones.

Pasado los cincuenta, hoy he revisado mis álbumes personales y repasé cada detalle de una serie de fotos y recuerdos de mis actos individuales, ya sea como profesional, como docente universitario, como funcionario o como motivador social ;y, siempre me quedo con una frase de Jorge Bucay que decía Porque nadie puede saber por ti. Nadie puede crecer por ti. Nadie puede buscar por ti. Nadie puede hacer por ti lo que tú mismo debes hacer. La existencia no admite representantes”. ¿A qué viene todo esto?.

El pasado fin de semana, me encontré con viejos amigos y hablamos de todo, de política, fútbol, religión y hasta de mujeres (ups) y comenzamos a felicitarnos por nuestros logros personales o familiares, llegando a la conclusión que el reconocimiento, el abrazo o el apretón de manos de los demás no llega por dos motivos: primero no lo conocen, segundo, por el desmoronamiento social y humano que estamos conviviendo que hace difícil reconocer el éxito de los demás y todo gracias a “deja que hablen de ti, total tu sabes quién eres, qué haces, qué hiciste, qué dijiste y ello no”.


Cada vez que me dirijo a jóvenes sobre todo, recalco que el egoísmo enraizado en nuestra conciencia hace que poco a poco perdamos el sentido de vivir en comunidad. Podemos caminar por las mismas calles, quizá compartir las mismas sensaciones humanas, pero cada persona, sigue siendo una isla. Individualismo, egoísmo antes que pensamiento colectivo que linda con el oportunismo, terriblemente distinto a oportunidad.

Y eso se supera a mi juicio, con algo sencillo: la lectura. Leer, es un deporte que no te cansa, que no te deshidrata, que no te permite competencia con nadie, excepto contigo mismo. Leer es una forma de liberación, es la manera más sutil de expulsar las toxinas de nuestro alrededor. Imagínense cada uno compartir al leer, experiencias vividas por: Sócrates, Arquímedes, Marco Tulio, Julio Cesar, Plutarco, Marco Polo, Shakespeare. Roosseau, García Márquez, el gran Sábato o Borges. Leer, te hace ver la vida en otra dimensión. Te olvidas de la bajeza humana, de sus bodrios mundanos, de sus lenguas viperinas, de sus demonios interiores. Leer, te hace sublime, vanidoso, orgulloso de ti mismo.


La vida es un regalo que se tiene que compartir con los demás, no está para desperdiciarlo banalmente y repito siempre con el público: “Si sabes, comparte. Si  conoces, difunde”. Y eso vengo haciendo desde tres décadas. Enseñar, explicar, exponer, informar, comprometer, soñar, esperanzar, ilusionar, motivar, reorientar, es mi forma ser servir a la sociedad y ser realista también.

En el siglo XXI tenemos que romper con viejas tradiciones, paradigmas que nos minimizan como seres humanos. Si no eres pregonero de lo que eres, de tus sueños, ideales, logros personales, acciones desarrolladas por el bien familiar o común, no te valoras a ti mismo. Y eso no es soberbia o vanidad; es quererse. Si no pregonas tus méritos personales, nadie se atreverá hacerlo. No lo hará porque socialmente tenemos miedo al reconocimiento, a las medallas, a los halagos, a los aplausos. Con el paso de los años, he aprendido que si no me valoro, no me quiero y si no me quiero, no tengo derecho a coexistir. Así de duro y sencillo.

La sociedad será mejor si es que nos damos un poco de tiempo para servirlo. Yo, trato de hacerlo siempre y; siempre llevando el sello de “orgulloso amazonense”.



 


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