Estoy segurísimo que muchos al
amparo de nuestras frustraciones deportivas a más de un árbitro lo hemos
recordado hasta el último eslabón de su ADN familiar por una mala decisión contra
nuestro equipo. Recuerdo que árbitros argentinos, chilenos y uruguayos
(recuerdo a Chechelev) que eran impuestos por la Confederación, la FIFA o lo
que se llame, nos anulaban los goles que querían, nos metían los goles a “puño
limpio”, desde las tribunas el país se exaltaba, terminado el partido,
volvíamos a nuestra rutina y siempre se escuchaba que “como no tenemos poder”
dirigencial hacen con nuestro equipo lo que quieran.
Cuando los EE.UU intervienen a la
FIFA y encuentran culpa de corrupción, peculado a dirigentes, entre ellos
Manuel Burga, se acabó la cortina de la impunidad y hasta de la autonomía de
esta entidad que vela por el fútbol en el mundo entero y creo también, que se
acabó el poder oculto de la clase dirigencial que apelando a su poder “arreglaban
los partidos”
Si tendríamos al poder oscuro de la
FIFA, tengo la seguridad que se anulaba el gol de Ruidíaz, pasaba Brasil a la
etapa siguiente y solo por una razón: económica. Brasil llena más estadios que
Perú, Brasil es pentacampeón, nuestro país, no clasifica a mundiales y no es sparring
de polendas para un equipo de nivel.
La decisión- que sigue llenando de
rumores el mundillo deportivo – recuperó por otro lado la dignidad de ese “hombre
de negro”, que muchas veces tendía la mano por adulterar un resultado. No sabemos
a quién ni con quien consulto, pero su conciencia y la fragilidad de los
dirigentes actuales de la FIFA y con los antecedentes de sus antecesores se impuso para brindar una alegría a un país
como el nuestro.
En el fútbol como en todo lugar,
siempre se juegan intereses, la gran diferencia y adicional, es que en el
fútbol también se juegan las pasiones de los pueblos. Esa pasión con halo de “decencia”
se impuso en el partido Perú – Brasil; y con ello la devolución de muchos
partidos “amarrados” contra nuestros intereses.
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