Pese a las
lluvias extremas, el frío incontrolable, el dolor del alma, las mañanas abren
sus ojos más temprano que en otras estaciones. Sorprendentemente estamos en
verano. Un verano helado, fúnebre con un cielo nublado entre gris y blanco que
amenaza llover de forma permanente.
Toc, toc,
toc. Entre dormido y despierto escucho que tocan la puerta. ¿A esta hora? Bajo
lentamente las escaleras, como nunca me duele los tobillos. Cojeo. Miro por la
ventana. Raro muy raro. Era un hombre con la tez pálida, delgado, ni alto ni
pequeño. Con mis ojos nublados por la miopía le observo cada uno de sus movimientos.
Mira su reloj, extiende la mano hacia el cielo, se rasca la cabeza. Toc, toc,
toc. ¡Buen día! ¿A quién busca?.
Me mira, lo
miro, pasa sin decir nada, tampoco lo prohíbo. Se sienta en el mueble de la
sala, quiere prender un cigarro. ¡Aquí no se fuma! ¿Está perdido? Para nada, me dice. Estoy revisando
mi lista, ahora te toca viajar conmigo. Ni siquiera lo conozco, tampoco tengo
pensado viajar hoy. Eso no es mi problema, ¡despídete! Ya no hay tiempo que
perder, en el camino tenemos que recoger a los demás.
¿Está loco
verdad? Tocas mi puerta temprano, ingresas a mi casa sin pedir permiso,
atrevido quieres fumar un cigarrillo, me pides que viaje contigo y ni siquiera sé
quién eres. Muy simple – me dice- Desde que naciste estas en mi lista, he
caminado siempre contigo. En donde hayas estado, estuve a tu lado. ¿Te acuerdas
esa vez en que el bus chocó contra el cerro y la luna se rompió cerca de tu
rostro? ¿Cuándo rodaste las gradas del estadio y te llevaron al quirófano para
suturar tus heridas? ¿Te acuerdas de esa noche en la escalera que tu cuerpo iba
a caer al abismo? ¡Ah! y cuando eras más pequeño ¿Sentiste esa mano que te
cuidó para que no caigas desde el segundo piso, luego de tu desmayo en el
colegio? ¡No sigas! le dije temblando y sudando muy frio.
Pe,e,rrro,
tartamudeando le dije ¿Por qué ahora?, justo ahora que necesito vivir. Ahora
que mis hijos necesitan más de mí. Así es la vida, impávido seguía hablando. Yo
cumplo órdenes y sin murmuraciones. Unos están más tiempo que otros. Ya viviste
suficiente. ¡Suficiente!, recién tengo cincuenta años ¡No es suficiente! ¡¿Debe
haber una equivocación, no?¡. Revisa la lista, te lo pido por favor, le
supliqué con lágrimas en los ojos.
Se escucha
pasos que bajan a la sala. Nos miramos los dos, miramos al intruso. Se para, me
abraza y murmura en mi oído. No quería que nadie nos viera. Para en otra no habrá
testigos. Vive, solo vive. Permiso dijo, abrió la puerta, de un tranco llegó a
la calle, lo miré por la ventana y tal como vino desapareció. Mi cuerpo
recuperó su calor. Miré a mi hijo, le abrace, le dije te quiero. Yo también,
escuché y me puse a llorar
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