Millones de personas
en el mundo esperan con ansia la noche buena para recordar un año más el
nacimiento del “Niño Manuelito”, que con el paso del tiempo y durante 33 años dio
muestra de generosidad humana, al extremo de sacrificar su vida por todos nosotros.
Al margen de las
cuestiones dogmáticas que esta festividad genera, con el paso de los años ya
forma parte de nuestra existencia etérea. Del pesebre pasó a la simbología
pomposa, de la oscuridad a los juegos de luces y de la humildad a la opulencia
marcada por los hombres.
Y la iglesia también
hizo lo suyo con los colores litúrgicos como: Rojo, dorado, blanco y verde.
Cada color desde el contexto de la semiología tiene su significado peculiar
para tomar en cuenta:
- El rojo representa al fuego y la sangre, así como al amor divino y la generosidad.
- El color verde simboliza la esperanza, además de la naturaleza y la vida.
- El blancoevoca a la pureza, alegría, fe e iluminación, mientras que
- El Dorado, el significado de las oraciones realizadas en tributo al Adviento
Camino a casa tarde,
muy tarde diría yo, recordaba esta lectura y nos golpeamos en el hombro en una
de las estrechas veredas del Jirón Triunfo, garuaba y hacía mucho frío. Lo miré
con rabia por el golpe. Era un hombre de mediana estatura, tenía barba gris,
ojos verdes y profundos, nariz espigada y griega.
- -Tenga cuidado al caminar, le dije
- -Usted amigo, yo por lo menos puedo mirar
todavía, me contesto haciendo alusión a mis gruesos anteojos.
-
-Golpeas y encima jodes.
- -Te veo iracundo, hijo, no todos los pasos de la
vida son libres de dar, siempre encontrarás obstáculos que levantar.
- -
Esta noche eres tú y seguí mi camino. Apresuro
el paso, comenzaba a llover tupido y muy fino.
No sé ni cómo, el
anciano apareció delante de mí. No le dije nada. Lo miré con la escasa luz que
entra a mis ojos. Vi un brillo especial en su mirada. Mi cansancio, mi sed, mi
angustia, mi apuro dio paso a la calma. ¡Eres tú! le dije. Nos pusimos a reír.
Era las once de la
noche de un martes de Junio del 2010. Habíamos tenido una reunión política
en Leymebamba, luego de tomar nuestro café y su prensa de queso enrumbamos a
Balsas, teníamos que llegar a este pueblo porque nos esperaban para una conversación a fin de convencer a un amigo para que sea candidato y me apoye en mi sueño de ser
alcalde de mi provincia. Fredy, hecha un puñado de coca a la boca y una
generosa porción de cal. Chaccha, yo lo imito, pero no me gusta, mejor tomo un
buen trago de ron. Rodolfo, se acomoda en el asiento trasero y quiere dormir. A
la altura del fundo Pomacochas en medio de la neblina, una figura pequeña se
movía lentamente. ¿Qué puede hacer un anciano a esta hora?. Maestro ¿Qué hace
solo por acá y a esta hora? ¿A dónde va? A Balsas mijo. Es imposible le dije, a
Balsas caminando ¿Está usted, loco? Nos miramos los tres. Suba, tenemos un
espacio, también vamos a Balsas. Bajamos de la camioneta, lo subimos y
proseguimos la ruta. En el viaje nos contó parte de su vida y para nosotros
todo era contradicción, como algo fuera de lo natural, Rodolfo y yo nos quedamos profundamente dormidos, Fredy con el valor de la coca nos
condujo hasta nuestro destino. ¿El viejito? ¡Nada, absolutamente nada!
Esta noche nos
volvimos a encontrar. Me reí. ¿Otra vez? le dije. Soy un hombre de suerte o el
suertudo eres tú, jajajaja. Esta vez no hay camioneta para el viaje, mi casa
está cerca y ya llega navidad. Antes que me converse le pregunte de qué color
es la navidad. Del color que tú quieras. Sabes, me dice. La navidad es una
fiesta del corazón. Si tu corazón tiene las huellas del odio, el color con que
aprecies esta fiesta, pueda que sea negra. Si sueñas con un mundo mejor, será
verde o amarillo. Si tienes amor por el amor, será rojo. Debes saber, me dice,
que el hombre tiene ojos solo para guiar su camino, quien dictamina su
existencia, su estado de ánimo, su felicidad personal, es el tamaño y la dimensión
del corazón.
El corazón se hizo
para darte vida, pero al mismo tiempo para que te llene de emociones y buenos
sentimientos. Los hombres nacen con una marca. Tú, tienes la tuya. ¿Acaso esa
marca eres tú para mí? Quizá me dice, me toca el hombro, me da una palmada en
la cara y se va. Vamos a la casa, estoy solo le dije. Sin voltear alza la mano
izquierda y mueve la mano en señal de negativa. Te he visto dos veces en mi
vida y ni siquiera sé quién eres. Nuevamente alza la mano y sigue su camino.
Voltea la esquina, camino de prisa para alcanzarle y darle un abrazo. No lo ví.
En medio de la lluvia y la neblina, una luz brillante se perdía en el espacio.
Para otra vez será…mi ángel
guardián. Y regresé a mis pasos y de frente a mi hogar.
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