jueves, 1 de octubre de 2015

El milagro de la vida

Esta madrugada, como todas las madrugadas me senté frente a la computadora para escribir como siempre o casi siempre. Se me nublaba la mente por la falta de ideas, de conceptos, de temas. Me rasco la cabeza e intuitivamente mi cabeza se direcciona a la biblioteca familiar y por azar tomo un libro. Un libro que por su contenido deberíamos tener todos en casa: La Biblia.


Leí una parte asociada a la familia, a la vida, a la moral, a la estética, a la fe y curiosamente tomaba con mis manos la foto de mis hijos que abrazados y con uniforme miraban a la cámara del papá. Esa foto la tengo como fondo de pantalla en la laptop, en la oficina y en el celular.

Recordé el juramento que nos hicimos con la madre de mis hijos y el compromiso de hacer todo lo que esté a nuestro alcance para hacer que sus sueños se hagan realidad. Saqué de un estante los álbumes de fotos y miraba a cada uno de ellos desde que nacieron, sus primeros llantos, sus primeras palabras, sus primeras rabietas, sus desencantos, sus emociones y frustraciones, sus rencores injustificados y sus caricias a sus padres. Cada uno en su espacio y tiempo.

Y pensar -me dije por dentro- salieron de la nada, del polvo bendito, de la unión de un esperma y un ovulo. Se hicieron embriones, feto y recién nacido. Hoy, cada uno se labra su camino, sus sueños y nosotros, cada vez más viejos y con miedo a la soledad.

La vida, amigos, es un camino sin retorno. Está llena de oportunidades que si son aprovechadas en su debido tiempo, enaltecen nuestra existencia. La vida, es un soplo, una partícula dentro del universo. La vida, es un milagro que tenemos que agradecer todos los días. La vida, también, como dijo Churchill es “sangre, sudor y lágrimas”.

Poco a poco, la vida te enseña por quien luchar y a quien renunciar. He aprendido a luchar por los míos, por mis ideales que los defiendo tercamente y muchas veces soy incomprendido. He renunciado a la venganza, al odio, a la mezquindad, al deshonor, a lo banal, fatuo y la sustentación. He aprendido que la vida es vida, si lo vivimos intensamente para el servicio y el bien común.


Cada foto, cada gesto, es un grato recuerdo. Es evocar todo lo vivido y al mismo  tiempo es una imploración al Supremo, para que ese milagro de la vida, conceda a mis hijos: Seguridad, perseverancia, empeño y determinación para que mediante su lucha, accedan un peldaño de la escalera para hacer realidad sus sueños. 

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