jueves, 15 de octubre de 2015

¿Barcos, lanchas y chalupas?



En la vida todo se compara: Los nuestros con los vecinos, nuestra pobreza con la riqueza del otro, nuestra “mala suerte” con la “buena racha” de los demás. Lo bonito con lo feo, el bien con el mal. De esas comparaciones, muchas veces odiosas, también se puede hacerlo en la vida política, económica y social de nuestros pueblos. En esas comparaciones, podremos ser gigantes trasatlánticos o simples canoas.

Amazonas, es un departamento que tiene muchas cifras rojas, y muchas de ellas – a mi juicio – irreales y por demás desproporcionados y todo porque tenemos que cumplir las reglas de juego que nos ponen los titiriteros del “desarrollo mundial”. No hace mucho argumenté que no se puede hacer las mismas comparaciones de desarrollo entre un pobre ayacuchano, huancavelicano o puneño, con los pobres de Luya, de Mendoza o de Bongará, sólo por el hecho de no tener un servicio básico elemental. 
Por otro lado, se toma a las inequidades territoriales, geográficas y espaciales para definir los tipos de “exclusión” en la que habitan los ciudadanos de Amazonas o de cualquier parte del país. De allí que en un territorio vasto, semi poblado como el nuestro, sigamos contando con población vulnerable en todos sus extremos, pero al mismo tiempo de oportunidades.
Mucho se discute, lo bueno, lo malo o lo repudiable de las campañas de esterilización que se hicieron en el gobierno de Fujimori. Para Amazonas fue un golpe terrible, ya que a menos niños que nacen, menos escuelas funcionan, más profesores sin chamba y menos alternancia generacional tendremos en el futuro. De allí que tendríamos que analizar desde el lugar en que nos encontremos y hagamos ¿Qué queremos ser?: Barcos, lanchas o  chalupas.
Ser barco, es tener todo previsto. Es contar con equipo de relevo, preparado para todas las contingencias en “alta mar”. Es portar miles de tripulantes que planeen permanentemente una hoja de ruta para llegar a buen puerto. Es decir, al objetivo que queremos.
Ser lancha, si bien es cierto te da velocidad, pero no te garantiza tener el soporte para avanzar, quizá en la ruta, encuentran fallas, obstáculos, tormentas y por su poco peso hasta puede colapsar, entendiendo que “no por correr más rápido, se gana la carrera”.
Finalmente ser chalupa, es cargar todo lo que se encuentra al paso y que en el viaje puede ser lastre y éste tu peor frustración. Además es lento y su motor no tiene fuerza para avanzar. Quizá sea seguro, pero a la larga es más costoso y complejo. Su lentitud puede traerlos más problemas.
“Somos lo que somos porque lo queremos”, dice un dicho mediterráneo. Si esto es verdad, entonces en la mente, las manos, el talento y la voluntad expresa de cada habitante de Amazonas están el deseo de ser lo que queramos.
Si queremos ser gigantes barcos que surquen los mares sin contratiempos, tengamos comandantes o capitán a bordo con esa mentalidad, de lo contrario, en cada esquina encontraremos voluntarios para conducir la lancha o chalupa y nos llevarán por cualquier camino y en  esa ruta, hasta podemos perder la vida como territorio, como pueblo, como raza y como proyección de futuro.
Particularmente siempre he soñado y sigo soñando en que Amazonas sea ese trasatlántico que lleve la esperanza al Perú. Que cuente con un guía que con trabajo e inteligencia supere de a pocos esas brechas e inequidades que nos hacen ver peor que “patito feo” en el mapa del desarrollo nacional.

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