domingo, 20 de septiembre de 2015

Viajar en combi



Tomo el auto, pago los veinte soles. Cuatro desconocidos rumbo a Bagua Grande. Todos callados. El chofer pone música, la chica de adelante le pide que lo cambie, los que iban atrás conmigo se hacían los dormidos. Una hora después de aburrimiento, me bajo y chapo una combi en la misma ruta. La cagada, me hicieron el día.

El día anterior hubo una fiesta en Pedro Ruiz, la mayoría de mis compañeros de viaje estaban con un “turrón” y regresaban a Jamalca, Jaén, Bagua Grande, El Ron, Cajaruro. Un pata que me conocía comienza la conversa: Profe que rico he chupao, no hay cojudeces, la plata llama a las mujeres. Me disparé una luca, me dice. Los catorce pasajeros se voltean y le hacen la chacota. La señora que iba a mi lado le  dice, y de seguro que ni lo oliste condenao, jajajajaja. Se iniciaba la fiesta viajera.

De pronto todos callan para escuchar un chiste en el equipo de sonido del carro. Era la voz de Manolo Rojas. Bienvenidos a esta aventura cómica, dice. Esta noche vamos a contar todos los chistes que no se puede contar en la televisión, además no es necesario contar lisuras o hablar malcriadezas para hacer reír a la gente. ¡Eso son huevadas!. Los viajeros ríen a carcajadas.

Sigo escuchando las historias de dos mujeres adultas que hablan sobre sus nietas. Lindurita está mi marielita, le dice una; la otra dice, el Arturito es bien travieso. Se cuentan como sus hijos tuvieron hijos, que les sacaron canas verdes. Entre tema y tema, hablan de una chica de nombre Marcela. Al fondo la voz chillona de un varón dice, debe ser la hija del Calixto que hoy está en La Oroya. ¿Qué, ella también es la hija de Calixto?, Puuuuu, ese es un mujeriegototote, tiene hijos hasta pa regalar. Jajajajaja.

De pronto, el chofer para el carro, dice a los pasajeros que uno tiene que bajar porque hay batida de la policía y transportes. A regañadientes baja uno de sombrero, el carro avanza, muestras sus papeles, nos piden DNI solo a los varones, doscientos metros más adelante espera al pasajero, que venía lento muy lento. Mi compañera de viaje dice: Ese cojudo le pesan las bolas, viene como preñada y encima cojea. De nuevo la risa.

Un niño delante de mí se chupaba el dedo, tendría cinco meses. Me miraba fijamente, la doña me dice, seguro que le llama la atención sus lentes, quizá le digo. Le tomo sus dedos, se ríe, me suelta y llora. Laste cuyao me dice. La madre saca su chucho y hace que el niño emboque el pezón. La doña del costao comenta, más que leche, su chucho está llenito de chelas. Nuevamente las risas.
El viaje fue tan corto comparado al viaje entre Chachapoyas y Pedro Ruiz. Me hicieron el día, me he reído como nunca. Llegamos dice el chofer. Uno a uno bajamos. Salgo de la combi. Un golpe seco cubre mi cuerpo. Estoy en el infierno de Bagua Grande. Miro mi celular, 38 grados de temperatura. Voy al hotel y me quedo media hora pegado a la ducha, con la esperanza que un poco de frescura llegue a mi cuerpo cincuentón, pero el agua es un hilo que parece gotero.

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