Lo escribí hace tres años en plenas festividades en honor a la Virgen Asunta. Si bien es imaginación total, una mañana de esas todo lo que narro lo soñé. Pueda que sea el sueño más extraño pero al mismo tiempo sublime. Pueda que sea una simple historia para ustedes. Para mí, me marcó profundamente.
A: Javier Herrera y Freddy
Saavedra
Arrojo la frazada, ¡Me
quemooo!, grité. Mi esposa me sacudió, abrí los ojos. Estaba en la cama,
sudaba, me tocaba la espalda. ¡Ufffffffff!. Estoy vivo lo dije.
Por la ubicación del sol,
presumí que eran las diez de la mañana. Estaba de espaldas a la ciudad
conversando con Tito y Terry, amigos de la infancia pegados a mis ideas mis
sueños y hasta mis pesadillas.
-
Pero – decía Terry, tenemos
que hacer bien las cosas para que la Virgen sea venerada como se merece. Me
gustaría que sea como si fuera el día en que la coronaron, que el pueblo
retumbe de emoción, que nuestra tierra fortalezca su devoción a María.
-
Claro, si no hacemos eso
habremos perdido la oportunidad de demostrar que sí se pueden hacer las cosas,
sentenció, - Tito.
- Asssssuuuuuuuuu!, dijeron en coro. Mi espalda
sufrió un golpe seco de calor súbito. Me volteé e impávidos vimos como una
lengua de fuego arrasaba la catedral. Las dos cruces se derretían, el techo
explotaba, las paredes caían con fuerza. La voracidad del fuego rápidamente,
destruye la plaza principal, se escuchan gritos.
Subimos al carro, bajamos a la ciudad para
brindar ayuda, como autómatas se cruzaban en nuestro camino centenares de
personas. El olor a quemado era sofocante, el fuego era arrollador y de mucha
altura.
¡La mama Asunta, la mama Asunta!. Por inercia
corrimos al templo. Rompimos las puertas como se pudo y por una fuerza
desconocida, con mis amigos la cargamos en un anda improvisada. Poco a poco los
vecinos se juntaban. Una voz débil y dulce comenzó a cantar levemente:
“Gloria
a ti, Virgen Asunta,
salvación
de pecadores,
del
Amor de los Amores
dulce
Madre Celestial;
Chachapoyas
te venera
y
te brinda su alabanza
y
en ti cifra su esperanza
porque
tú eres inmortal.”
De pronto, el cántico se hizo más fuerte y todos
a viva voz, repetían el coro:
“Virgen
Asunta, joya sin par
todo
tu pueblo viene a cantar
en
este día de exaltación
todos
te rinden veneración.”
Desde los
balcones arrojaban flores de mucha fragancia cortadas abruptamente de los jardines,
niños, adultos y ancianos, sobre todo mujeres se arrodillaban sobre el
pavimento, con lágrimas a borbotones pedían auxilio y protección a la ciudad.
Entramos a la
calle Ayacucho con Ortiz Arrieta, nuestras fuerzas se debilitaban, otros brazos
acogían el anda. En la plaza el pavimento reventaba, los jardines, las bancas
totalmente hecha pedazos evidenciaba el destrozo. Los bomberos intentaban
apagar el incendio, uno que de forma inexplicable nació en las bases del templo
principal.
De
pronto, conforme se avanzaba en procesión, veíamos que las paredes se
levantaban, las pistas volvían a su estado natural, los carros estrellados se
encendían y seguían su recorrido, la pileta hecha pedazos por arte de magia
volvía a su estado normal y vomitaba agua cristalina, la gente afectada seguía
su rumbo.
La imagen de la
patrona, rompiendo una fuerza misteriosa que nos impedía avanzar, poco a poco
entramos al templo. Conforme avanzábamos al altar principal todo volvía a su
estado natural. Del piso cercano a la pileta bautismal, emanaba un humo
azufrado, verdoso y a lo lejos se escuchaba un llanto fino e infernal.
¡El
shapingo, el shapingo! decían todos. ¡Lo hemos vencido! gritaban otros.
Depositada la mama Asunta en un trono improvisado se ofició una misa. Miles de
velas se prendieron. Erra tanta la multitud agradecida que miles de almas
humanas llenaban el perímetro de la plaza, se abrazaban, saltaban de alegría.
De
los ojos color café de la Virgen, brotaron algunas lágrimas. Era la bendición
divina. Lágrimas para protegernos de todo mal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario