Eran las cinco de la mañana del 27 de diciembre, me dice Benjamín, cuando reciben una llamada de emergencia para atender en Totora (Rodríguez de Mendoza - Amazonas) un parto complicado. Un parto que se gestó a causa de una violación de dos depravados hace treinta y un semanas atrás.
La madre una mujer de cuarenta y ocho años, caminaba como siempre distraída a causa de sus problemas mentales y al mismo tiempo agudizada con su precaria salud que le hacían tomar varias pastillas, dadas por sus familiares. En es trance es violada por desconocidos y como no hablaba no reconocía a sus victimarios.
Benjamín llega a Totora, la madre gritaba, pateaba. Era más que una emergencia. De tanto pujar sale de su cuerpo una criatura por los pies. Poco a poco ayudan a sacar al niño y llegado su momento, todos los que atendían el parto dieron un ¡Ay, diocito!. El niño tenía el cerebro en el "aire", no tenía cartílago que protegía la masa encefálica del niño. El asistente de salud proveniente de la capital de la provincia, le toma en sus manos y el niño después de cinco minutos dejó de respirar.
La madre llena de sudor, sin habla, sin orientación, sin reflejos, solo miraba lo que los sanitarios portaban en sus manos. Desde ese día, el cuerpo del niño, primer caso de esta naturaleza registrado en Amazonas, fue sumergido en un compuesto químico que le permite estás totalmente inalterable desde hace 17 años.
Ha sido sujeto de estudios en laboratorios nacionales y siempre por exigencia de su protector ha regresado a Mendoza para están lejos de la curiosidad mundana en un cuarto pequeño del Hospital "María Auxiliadora".
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