Soy
como todos, marcados por una generación inolvidable y quizá invalorable. Soy de
una época donde pese a las limitaciones y al castigo, hemos vivido en libertad.
Soy de aquellos días marcados por la alegría, la buena vida y de muchas
ilusiones. Soy un ochentero nostálgico que siempre vive del recuerdo, de la
añoranza y de aquellos tiempos que no volverán
Soy
de aquella generación que creció escuchando la radio del viejo que emocionado
escuchaba y tarareaba "Dos Almas", "La Cumparsita",
"El Plebeyo" y "El Provinciano" y otros, como también todas
las composiciones de Los Panchos, Pedro Vargas, Miguel Aceves Mejía, Jorge
Negrete o de la Pastorita huaracina y muchos más que sería interminable
mencionar.
En
los setentas era obligado tener una radio en casa y escucharlo reunidos como hoy se hace con la caja boba del televisor. Eran transistorizados y con
perillas. Era emocionante mover despacito el dial para escuchar otras voces
desconocidas de locutores inimaginables y que hablaban en todos los idiomas.
Crecimos
con la pelota de trapo que le robábamos a nuestras viejas o la pococha (1) del
chancho, que con tu dedo pique (2) se rompía porque las uñas eran más duras que
la piedra o la planta de nuestro pie era más duro que el cuero por caminar
patacala (3) desde que hemos nacido y tenía rajas en todo el talón. En aquellos
tiempos, era para pavonearse si te llamaban a jugar en el equipo, porque para
ellos eras bueno, de lo contrario, solo servías para arquero y tenías que tapar
de todo y de todos, incluyendo a los aucheros(4)
Nos
divertíamos sanamente jugando al "cachaco
y ladrón", "la pega" o "las escondidas", al “papá y la
mamá”. Los varones al “dur dur” (5) o al surruco (6) donde luego de tres
bajadas se quedaba roto el pantalón y tu poto quedaba al aire y pese a eso,
seguías jugando para que aparentes ante tus amigos que eras el capo y seas
comentario del lunes antes de las clases en la escuela. También jugábamos a los
“ñocos” y las “bolitas”, donde algún pendejo de esos, te metía bolas de plomo y
las tuyas volaban en pedacitos. El trompo, el bolero, que los más misios lo
hacían de lata de leche y un pedazo de carrizo y su guato de cabuya (6), ah, y
nuestras chicas al inolvidable llas(7 ), cuya pelota lo metían una semana en
kerosene para que se hinche y pueda rebotar más alto y mejor.
No
había teléfono ni televisor. Un silbido de la vieja era suficiente para saber
que ya era hora del almuerzo o del lonche y que tenías que regresar ligerito a
tu casa, porque si demorabas más, el San Martín, la penca, la leña o la
manguera, estaba presto para que te “partan el lomo”. Y si eras rebelde sin
causa, suficiente con una latigueada con hishanga (8), para pedir perdón por
una semana.
Soy
de esa generación de la brillantina, de la matiné que eran a las 3 y terminaban
a las 8. De la chicha de jora o del anisado y del guarapo casha-casha (9). De
las veladas nocturnas en los colegios o de la misa dominical donde ibas antes
que a confesarte, a ver a las hembritas y era el único día de la semana que
estaban tiza (10) y olías a recién bañado. Ese baño que te dabas con balde o en
la pileta pública del barrio
Crecimos
leyendo las novelas hermosas y las coboyadas, medio por donde volaba nuestra
imaginación al idearlos como surcan las balas, como mueven el revolver o como
galopaban los caballos del lejano oeste. Del cine central, para ver las misma
película toda la semana y que se cortaba cada veinte minutos y aparecía en la
pantalla un aviso pidiendo disculpas por ello. De ir al coliseo ha ver los
campeonatos de barrio, de caminar por el molino o ir al Utcubamba, bañarse en
el río y pescar las cashcas (11). O de escribir en las pencas en medio de
corazoncitos el nombre de la doncella.
Soy
de esa generación que si algo se arreglaba a las "trompadas", se
terminaba con un fuerte apretón de manos y mayor respeto por el rival. La
mayoría de veces, nuestros mejores amigos llegaron a ser con quienes nos dimos
más duro. Y esos amigos, pese a que
estés viejo se recuerdan mutuamente y vuelven a contar esas historias y terminas
diciendo “eso ya es historia y seguimos
siendo amigos”.
Formo
parte de aquella generación, que tenía como refrigerio escolar, su taza de
leche y su plato de trigol, así como del turrón marrón con maní o su pedazo de
chancaca para endulzar el pepino o el pur pur. De esa camada cuya pendejada era
robar las gallinas con azufre o ir de barrio en barrio con betún y el sapolín
para pintar el cuerpo del rival y dejar las huellas de tus manos en la ropa
cuando llegaba la época de carnaval.
Todo
era diferente. Todo era inocentada y palomillada coyuntural. No asaltábamos, ni
pegábamos a los demás. Ni había pandillas que pintaba las paredes de las casas
de la gente. Vivía en un pueblo chico, pero de corazón grande como pueblo. Soy
de esa generación que en la escuela no te aceptaban borrones en los cuadernos,
simplemente había que arrancar la hoja y empezar nuevamente y si insistíamos en
cometer errores, teníamos que escribir cientos de veces, sacando punta a los
lápices una y otra vez: "No debo ... ", etc., etc. De esa generación
que estudiaba bajo la luz de una vela o que tu madre te levantaba a estudiar a
las cuatro de la mañana en época de examen y te ibas a las plazas públicas para
gozar del frio y de luz pública.
Lo
de mi época…era libertad y vida. Nada comparable con los actuales tiempos. Mis
hijos dirán que cada uno en su tiempo, quizá tengan razón, pero no se siente la
emoción en la generación de hoy. Actualmente son esclavos de la globalización,
la inocencia se dejó de lado a la competencia infernal por ser mejor a costa del
egoísmo o las pequeñas oportunidades. De este loco mundo digital que te
convierte en zombi prendido de las redes sociales o como autómata caminando
protegido con auriculares por las calles, pasando upacuenta , sin saludar a
nadie.
Y no
soy viejo, ni lo siento en lo más mínimo. Tampoco un viejo verde que está a la
casa de una chica cibernética, plástica o casual. Soy de esa generación del
buen romance, de la lealtad, de los poemas y las cartas amorosas perfumadas al
viento. Soy de esa generación que vive con la confianza de haber vivido un
tiempo mejor. De haber bailado un bolero o una balada, de la cumbia de Los
Mirlos o Juaneco y su Combo, de los Pasteles Verdes y del buen rock de los
ochenta que hasta hoy, y con mis amigos, imitamos a ser un Travolta o mis
amigas Olivia Newton Jhon.
Soy
de esa generación, que pese a los años, ama la LIBERTAD y la VIDA por igual…
(Adaptado a nuestra realidad regional)
1.- POCOCHA : Estómago del cerdo que se inflaba y usaba como pelota.
2.- PIQUE : Acaro pequeño
3.- PATACALA: Descalzo
4.- AUCHERO: Persona del otro equipo que solo estaba pegado al arco para meter gol.
5.- DUR DUR: Juego infantil hecho en base a una chapa de gaseosa e hilo.
6.- SURRUCO: Cualquier lugar accidentado o de caída libre.
7.-LLAS: Juego de niñas
8.- HISHANGA: Planta que al contacto con la piel se hace ronchas y se inflama.
9.- CASHA-CASHA: Guarapo fermentado y en su punto para beberlo.
10.- TIZA : Bien vestido. Elegante.
11.- CASCHAS: Pez de río. Carachama.
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