Si partimos que el 70% de nuestro
cuerpo es agua, la composición del planeta es agua en un 70%, de los cuales
solo el 2,5% es agua dulce y de este pequeño porcentaje el 70% se utiliza en
riego y el 22% en consumo industrial y si agregamos que 1,600 millones de
personas no cuentan con agua en su domicilio, sin duda alguna tenemos que
convencernos que del agua salimos y al agua volveremos.
Dicen los estudiosos que esas 1,600
millones de personas tendrían agua si tan solo dejaran los países ricos de
dejar de construir 18 submarinos nucleares o si no provocarían la guerra en
cualquier parte del mundo. Así como van las cosas, al 2025 serán más de 2,500
millones que mueran por la falta de este recurso.
El tema del agua viene motivando reacciones
y acciones en todo el mundo, al extremo que desde los años 70 forma parte de
las agendas políticas internacionales y muy poco se hace para menguar su
demanda, que hoy por hoy en el Perú, se convierte en una demanda social; prueba
de ello es la movilización que viene gestando desde Cajamarca a Lima para que
se escuchen la voz de los “hijos del Cunve”. Y esa voz viene contagiando
también a otras partes del país, al cual también en su momento Amazonas tiene
que sumarse.
Revisando archivos en el Google, no
encuentro hasta la fecha algún ensayo sobre el agua en nuestro departamento.
Eso indica dos cosas: Primero, que todavía no es de preocupación regional, segundo,
porque a nadie lo interesa Amazonas todavía. Y eso que nos presumimos de ser
casi la mitad de la reserva hidrográfica del Perú.
“Una Sociedad
Sostenible es aquella que satisface sus necesidades actuales, sin poner en
peligro las posibilidades de vida de las generaciones futuras”, reza una frase
en las estrategias de la planificación moderna, y vaya que es verdad. ¿Será por
eso que en varios países europeos el agua dulce solo se usa para consumo humano
y agua reciclada para los servicios higiénicos e inclusive para cultivos? En
Perú el agua que sana y cuida la vida, los vez desperdiciada en grifos, en
calles regando parques y hasta nos damos el lujo de desperdiciarla con nuestros
caños malogrados o lavabos filtrantes.
Los años venideros
serán críticos para el mundo, hoy podremos soportar las lluvias que soportamos,
en la próxima década el agua será presa de enfrentamientos y de mayores
protestas en el mundo. Lo que hace Cajamarca y su presidente Gregorio Santos
(que no es mi santo de devoción), es lógica y un llamado de alerta a la escases
de este elemento vital para la existencia humana.
En Amazonas, se tiene
que pensar en este recurso, por un lado, comenzar a diseñar estudios reales
sobre la capacidad de agua en la región, en estructurar un plan regional del
agua y conformar mesas de diálogo sobre este recurso, si es que no queremos
lamentar a futuro las guerras, los enfrentamientos y sus consecuentes
beneficios. Si me piden mi opinión, apuesto por apretar al gobierno central en
que de una vez por todas se den beneficios al canon del agua y si no nos hacen
caso, cerremos el caño y verán cómo se muere de sed, nuestra Amazonía y Brasil.
Como dice el populorum: “ No mojen, que no hay quien planche”
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