miércoles, 22 de diciembre de 2010

MAS ALLA DE LOS VILLANCICOS Y DE UNA ESTRELLA…

 


¡Vamos pastores vamos, vamos a Belén!. Pastores de la montaña. Niño Manuelito, que te puedo dar, son algunas de las frases que todos recordamos, cantamos y nos motiva el entusiasmo por la llegada de la Navidad. Esa Navidad que convierte al hombre en un ser humano de verdad. Esa Navidad, que tras el principio de la solidaridad desprendemos parte de nuestro ego para compartir con los demás. Esa Navidad que nos recuerda a un niño hecho hombre y que con el tiempo ya viene cargando 2010 años a cuestas.
De la navidad tengo sentimientos encontrados. Por un lado siete años solo en noche buena lejos de los viejos por estudiar y trabajar. Siete años donde te marca la soledad y la tristeza, donde los ojos brotan lágrimas y el dolor mitiga tus penas. Cinco años con el corazón partido por tener cerca y lejos al mismo tiempo a la familia que tanto quiero. Un año con una silla vacía ante el viaje sin retorno del padre amado. Otro tanto de migajas que se caen por debajo de la mesa, como mensaje divino recordando que en noche buena, hay  tantas bocas hambrientas, gargantas secas, manos vacías y mucho que dar y recibir.
La Navidad para todos, es una fiesta para compartir. Una fiesta humana que hermana a todos por igual. Es una fiesta que alegra el alma, la vida, que permite brotar un cúmulo de emociones atoradas por el orgullo infernal. Es un día donde los rostros cambian de color, el cuerpo tiene otro aroma, el corazón irradia alegría. Es un día que además de eso, en Chachapoyas, tiene olor a guarango, a selvaje a pastoras y a frenesí.
La Navidad, no es solo el renacimiento milenario de Jesús. Es la renovación de un acto de fe, de cristiandad y al mismo tiempo cambio de piel de cada ser humano. Esa piel entumecida por el frio o calor en el cuerpo del campesino que labra la tierra de sol a sol. Esa piel del pecador que quiere limpiar su espíritu impío. Esa piel de mujer cansada de tanto criar a los hijos en casa. Esa piel del hombre que se marchita como la flor en otoño.
La Navidad, es más que un panetón, una taza de chocolate, un pavo, un pollo, un árbol iluminado con luces y estrellitas, figuritas de colores que adornan el hogar. Es más que un día de ternura, de reencuentro con uno mismo y con  los demás. Es más que una noche de abrazos y buenos deseos. La Navidad, es un acto contrito de amor al pasado, al presente y futuro. Es darnos a nosotros mismos el valor y la oportunidad de ser enteramente humanos. Navidad al mismo tiempo, es un espejo que nos hace mirar el alma, la vida nuestra y de los demás.
La Navidad, es la dulce y tierna mirada de un niño que nos recuerda lo que fuimos. Es el claro ensayo de un testamento de vida para la vida. Es más allá de un pesebre, de José, María y los Reyes Magos y de un villancico coreado por voces infantiles y sonajas multicolores. Es la sutil presencia divina de un Dios terrenal, que nos retroalimenta la existencia más allá de nuestros pesares, nuestras dudas y nuestros males. Es la mágica palabra, donde todos aprendemos a servir.
¡Navidad, Navidad, blanca Navidad!, que esta noche buena mis tristezas no sean ajenas, que mis sueños se compartan con todos y, que en mi tierra, más allá de unas horas de gloria, sea un día donde los abrazos sean eternos y  los buenos deseos infinitos. 

¡Feliz Navidad a todos por igual!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bacán. Una buena reflexión de un señor periodista. Gracias Manuel y una mejor navidad para tí y tu familia.
Saludos
Armando