Hace dos años atrás, conjuntamente con varios amigos fuimos elegidos para conformar una comisión de apoyo para la recuperación de la Basílica Catedral de Chachapoyas. Mediante gestiones a nivel local, regional y nacional, así como teletones, bingos y festivales gastronómicos logramos el objetivo: verla como está. Hermosa, blanca, majestuosa, bellamente iluminada.
Recuerdo mucho que en las sesiones de trabajo, se comentaba el futuro de dos reliquias: El reloj y el querubín. El primero lamentablemente sigue escondido en esa torre que culmina con una inmensa cruz, suena a regañadientes sin lucir su descomunal estructura. Su ding dong, suena a desconsuelo, como si quisiera exhibirse nuevamente ante los ojos del mundo. Ese mundo trivial, que conforme evoluciona, deja de lado los recuerdos. Esos recuerdos que solo mantiene vivo aquellas personas como yo, que aspira verlo a mi tierra, más grande de lo que es.
El otro objeto de conversación era el futuro del querubín, una pileta pequeña que tiene como atractivo un niño cual Atlas mitológico, que carga una concha por donde bullía el agua hace más de 70 años. Dicha pileta, propiedad del sacerdote Burga Revoredo fue donada al obispado por lo que con la catedral anterior fue puesta al costado para que sirva de complemento a la estructura circular. Hoy, dicha pieza, pese a que comentamos en la comisión para que se coloque en la parte trasera por donde se ingresa a la capilla, no se encuentra. Quizá se deba a disposiciones de orden arquitectónico, pero desde el punto de vista cultural sería un oprobio a nuestra identidad esconderlo por siempre.
Ciudades como Chachapoyas, que insisto, tenemos todos que prepararla desde ahora para sus 500 años de fundación española, tiene que recuperar su presencia social, cultural y económica de antaño. Planificando su desarrollo en forma armónica e integral tendremos que colocar en los lugares adecuados nuestras reliquias. A propósito de cambios, ya que se viene culminando los trabajos en el jirón Amazonas, ideal sería, digo yo, colocar la pileta del querubín en las intersecciones de La Merced con nuestra calle principal, a fin de evitar que ese espacio convertido en lunar, tenga mejor prestancia y atractivo complementario en nuestra añeja ciudad. Naturalmente, se tiene a futuro que desarrollar espacios urbanos que permitan crecer en forma homogénea a la ciudad, a fin de que el crecimiento y los beneficios sean para todos y de esta manera ampliar la zona económica de la capital de Amazonas.
Muchas joyas de Chachapoyas han desaparecido, ya sea por decidía, como es el caso del retablo de la Catedral del ´70, el reloj público que se terminó de destruir en los almacenes de la municipalidad, el obelisco de Burgos que hoy se pide a gritos su recuperación o las emblemáticas glorietas testigos de tantas fiestas populares en la ciudad de los sesentas. Otras joyas como las que describo, se debe acuñar en nuestra mente para que el tiempo no olvide y tampoco perdone.
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