Mercadillo de los miércoles en Chachapoyas al medio día
¡Qué calor de locos, nena!..., es el estribillo de una conocida canción de Los Iracundos que me vino a la cabeza, luego de soportar el sofocante calor que agobia a la ciudadanía en la capital de Amazonas. Y vaya que es un calor que no se puede soportar por mucho tiempo, al extremo que si uno puede caminar sipracho por la calle, estamos seguros que lo haríamos. No será un calor como el que se presenta en la zona norte de Amazonas o en nuestra exótica amazonia donde si fuéramos marcianos, bodoques o helados, seguro que nos derretiríamos; pero si es un calor extraño, mucho más en esta fecha del año.
Es un calor seco, tan seco que te quema la cara, muchos de nosotros ya tenemos pispa pispa la cara y otros hasta los labios partidos y resecos, por el calor del día y por el extremo frio en las noches. Desde que tengo uso de razón, no he soportado tanto calor, calor que llega al medio día a treinta grados. Calor que te apremia, que te irrita, que te lastima; y hasta humanamente te hace pensar que estamos cerca al fin del mundo. Este calor, sí que es una locura. Locura que nos permite analizar nuestra realidad ambiental.
Así se ve actualmente al río Utcubamba a la altura de Shipamarca
De acuerdo a los estudios, un equivalente a ocho canchas de fútbol se deforestan anualmente en Amazonas, se queman cientos de hectáreas de bosques, miles de kilómetros de ríos se encuentran inundados de basura, existe una tala indiscriminada de nuestro entorno ambiental. Es decir; estamos en bronca con nuestro hábitat, el cual no nos pide nada porque no habla, pero si protesta al no atraer las lluvias, al dejarnos sin agua y de sed.
Y lo que es más peor, el calor se vuelve en un enemigo silencioso de la humanidad. Ese enemigo que me mete de a pocos en las entrañas de nuestro cuerpo por medio de los rayos solares del sol y que en una década estaremos viendo sus consecuencias: Incremento de cáncer a la piel. Pese a que sabemos el terrible daño, no estamos haciendo absolutamente nada para mitigar sus secuelas.
El autor de la nota cerca de una lengua de fuego
Recuerdo que en anteriores comentarios, motivé a nuestras autoridades educativas para que reglamenten el uso de gorros en las escuelas para que el sol no caiga directamente en las cabezas de nuestros hijos, que se reglamente de aquí en adelante la participación cívica de delegaciones escolares en desfiles o ceremonias festivas. Es decir, tenemos algo que hacer; pero egoístamente nos amparamos en directivas nacionales, esas que se hacen en el escritorio y no vomitan a nivel nacional para su fiel cumplimiento.
Hay casi tres meses de gobierno regional y local que falta completar, tal vez pueda ser un tiempo prudencial para enrumbar mediante ordenanzas y acuerdos este tipo de acciones , y poder preservar nuestra raza en el futuro.
A esta hora, tengo ganas de meterme a la ducha, pero el agua está caliente y además gotea. Gotea porque en la tarde el agua escasea. Mejor mañana, si es que llega con más fuerza en agua
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