Caminaba por la calle Balta en Chiclayo, dos rubias con su plata hablaban diversas cosas, de pronto ven pasar un auto blanco con techo cuadrado, la primera le dice, mira, igualito a ese carro tiene la Blanca que lo compró el Rolando; la otra, mirando al carro de hito en hito, dijo: ¡Qué feo!
Me llamó la atención la expresión de las dos damas y traté de pegarme casi junto a ellas y seguir escuchando lo que hablaban. La una le decía, que si ella tuviera plata se compraría un tercer, un Mitsubishi o una Toyota 4x4 y no esa cochinada que más parece una cajón de muerto. La otra le decía, si pues, es que la gente chusca no sabe lo que quiere ni para qué lo quiere.
Me reía por dentro y tanta curiosidad tuve por las chicas que me adelanté un poco y voltee para verlas. La primera tenía el pelo rubio con las raíces negras, su rostro marchito por el tiempo tenía más arrugas que un perro Shai Pei, sus labios bien rojos y su mirada apagada por la miopía. Su cuerpo era evidente que el tiempo no pasa por las puras. La segunda, el rostro moreno y el pelo amarillo, ropa desaliñada y sin gusto, la nariz punta roma y hasta la faltaba dos dientes. Ambas usaban sandalias por el verano, gastadas y hasta sujetadas con un bien oculto hilo negro. Escuché que vivían por Moshoqueque. Apresuré mis pasos y di rienda suelta a todo lo que escuché. Riéndome no solo de ellas, sino también, de mucha gente en nuestro mundo que vive de eso y para eso. Y esta experiencia me hizo recordar esa vieja fabula del zorro y las uvas. Y entendí recién la moraleja que se refleja en millones de personas que escudan sus frustraciones en los éxitos de los demás.
Muchos somos como las dos damas que andamos por el mundo manifestando nuestra disconformidad, nuestro celo por el éxito de los demás. Remordiendo nuestras frustraciones: El porqué ellos y yo no. Esas frustraciones o lastres emocionales conllevan a la cultura del fracaso, de la desidia, de la pasividad y conformismo.
Eso puede tener una cura: Educación técnica orientada a la empresa, donde se plantee y proponga romper paradigmas y que los “otros” no sean los únicos exitosos, sino todos los que aspiremos a mejorar nuestras condiciones y calidad de vida
Me llamó la atención la expresión de las dos damas y traté de pegarme casi junto a ellas y seguir escuchando lo que hablaban. La una le decía, que si ella tuviera plata se compraría un tercer, un Mitsubishi o una Toyota 4x4 y no esa cochinada que más parece una cajón de muerto. La otra le decía, si pues, es que la gente chusca no sabe lo que quiere ni para qué lo quiere.
Me reía por dentro y tanta curiosidad tuve por las chicas que me adelanté un poco y voltee para verlas. La primera tenía el pelo rubio con las raíces negras, su rostro marchito por el tiempo tenía más arrugas que un perro Shai Pei, sus labios bien rojos y su mirada apagada por la miopía. Su cuerpo era evidente que el tiempo no pasa por las puras. La segunda, el rostro moreno y el pelo amarillo, ropa desaliñada y sin gusto, la nariz punta roma y hasta la faltaba dos dientes. Ambas usaban sandalias por el verano, gastadas y hasta sujetadas con un bien oculto hilo negro. Escuché que vivían por Moshoqueque. Apresuré mis pasos y di rienda suelta a todo lo que escuché. Riéndome no solo de ellas, sino también, de mucha gente en nuestro mundo que vive de eso y para eso. Y esta experiencia me hizo recordar esa vieja fabula del zorro y las uvas. Y entendí recién la moraleja que se refleja en millones de personas que escudan sus frustraciones en los éxitos de los demás.
Muchos somos como las dos damas que andamos por el mundo manifestando nuestra disconformidad, nuestro celo por el éxito de los demás. Remordiendo nuestras frustraciones: El porqué ellos y yo no. Esas frustraciones o lastres emocionales conllevan a la cultura del fracaso, de la desidia, de la pasividad y conformismo.
Eso puede tener una cura: Educación técnica orientada a la empresa, donde se plantee y proponga romper paradigmas y que los “otros” no sean los únicos exitosos, sino todos los que aspiremos a mejorar nuestras condiciones y calidad de vida
1 comentario:
hola manuel...me he quedado pensando donde escribes que te paraste a escuchar a las dos mujeres que murmuraban...eso es tu don de periodista, una simple chismoseria, curiosidad en saber mas lo que se decian las mujeres...ó talvez es la sangre de un buen chachapoyano??????.... cordiales saludos...tomey
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