No sabes cómo ni de donde, pero aparece de la nada. Su caminar seguro y con aplomo, carga su llanta al hombro, de esos gruesos y fuertes que todavía no se cansan de cruzar la bravura del río. Se lanza, bucea, se pierde y de tanto esperar, saca la cabeza, respira, brasea y trae consigo un cuerpo, sea vivo o muerto. Este hombre, lleva consigo más de 80 rescates y es un ángel sin alas. Un ángel con brazos fuertes y el corazón gigante para servir a los demás.
La peor de las tragedias terrestres, fue la volcadura de un bus de Moviltours, cerca de Cáclic, hubo decenas de fallecidos y muchos cuerpos por rescatar. Allí, Jorge Saavedra y su prima María Zabarburú, iniciaron el camino para ser leyendas. Jorge es de mediana estatura, blanco, que siempre lo ves en polo o short, como quién dice, listo para salvar a la gente. Ya son como 30 años haciendo la labor de rescatista, que es lo que quiere que lo llamen. Dicen que para muchos es un héroe o ángel, pero se siente más cómodo que le digan, simplemente, Jorge y se siente feliz por eso.
“Tengo miedo al agua, no crea que no arriesgo mi vida. Es peligroso hacer esto, pero creo que Dios me dio ese Don. Un don que pocos dominan, que pocos lo explotan. Muchas veces mi cuerpo me avisa y no sé como llego a penas alguien necesita mi ayuda en el río o en una carretera. Muchas veces la gente me dice, “Jorge, a ti te siguen los accidentes”. No sé si es verdad, pero estoy en el momento preciso para hacer mi labor y dar felicidad a la familia, pese a que saben que los entrego un cadáver.
En la memoria, se queda para siempre un gesto público que me hicieron en la Plaza de Armas de Chachapoyas luego del accidente de Móvil. Allí sentí el aprecio de la gente, el respeto y cariño por lo que hicimos en ese doloroso accidente. No puedo olvidarme porque ese día yo iba ser una víctima más. Me cansé, mi cuerpo ya no daba más. La policía me lanzaba cuerdas, pero no respondía mis brazos. No sé que sucedió conmigo, ni de donde saqué fuerzas que pese a tener el cuerpo de una señora en mis hombros, logré salvarla y tuve que tirarme en la orilla para respirar con normalidad. “Ese día sentí que el cuerpo tiene límites y que no somos de fierro”.
Salvar vidas, es retar a la muerte, en cada accidente, en cada rescate, siempre un error puede ser fatal, pero mi cuerpo tiene esa esencia que no lo explico, una energía presta al bien común y al rescate pese a las limitaciones, llego a mi casa feliz y duermo con la conciencia tranquila por el deber social cumplido. Muchas veces, tengo que pagar la comida de los que me acompañan en el grupo que somos como ocho. Nadie nos paga por este trabajo, es nuestro deber social como hombres de Dios que estamos presto a salvar las vidas que se pueda.
Psicológicamente soy fuerte, mi formación de ex comando del ejército, quizá sirva para eso, pero el cuerpo se cansa y ya tengo cincuenta años y quiero retirarme de esta labor, pero no encuentro en los demás ese don natural para servir, los preparo, los formo, los oriento. No sé hasta cuando estaré haciendo lo mismo. Es un trabajo donde no se puede jubilar. Está en tu gen, en tu sangre. Quizá es un privilegio divino que recibo para estar cerca de la gente que nos necesita.
| Bolsas plásticas de basura se colocan debajo del polo para que el frío no los haga mucho daño por estar muchas horas en el agua. |
Jorge, calla, se emociona y me dice que para muchos somos ángeles, pero no retribuyen este esfuerzo humano que hacemos. No lo hacemos por dinero, ni menos que nos paguen por esto. “Ojalá, por medio de usted, podamos recibir donaciones como cuerdas, sogas de alta montaña, como tiene la policía y los bomberos. Nos gustaría tener traje térmico. Muchas veces nos ponemos bolsas de basura, encima un polo para entrar el agua. Las aguas del Utcubamba son muy frías y nuestros cuerpos no soportan mucho tiempo en el agua. Dios quiera que me ayuden como también a mi grupo. Hasta ahora nadie nos dio algo para seguir haciendo nuestro trabajo al servicio de la gente.
Jorge Saavedra Zabarburú, tiene cincuenta años dos hijos y en los días donde el agua no lo llama para salvar vidas, se dedica a vender agregados de construcción, una forma para vivir dignamente y siempre estando alerta para que cuando suene la alarma de un accidente, acuda rápidamente y activando sus alas imaginarias para salvar la vida de las personas. Un abrazo, Jorge. Un abrazo, Ángel sin alas del Utcubamba.
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