viernes, 31 de mayo de 2024

Cuatro dólares de indemnización.


 No creo que nos toque a nosotros la reforma agraria, estamos ubicados en la parte baja de la selva, que nadie daba un sol, dijo, Don Emilio, al oscurecer aquella tarde, donde por esas cosas del destino, el sol, antes de morir, se hizo más grande que nunca y lanzó un prolongado rayo que iluminó sus grandes extensiones de arroz. Al día siguiente, en su querida, Morilla, funcionarios del gobierno, acompañados de un notario y de un gran contingente de policías, le dijeron “Don Emilio, sus tierras pasan a propiedad del estado. 

Usted, sale de aquí solo con lo que tiene puesto”. Viejo, con cuerpo curtido de sufrimiento y la mirada al horizonte, tratando de alcanzar a ver su último becerro cebú, solo se puso de pie, caminó erguido y lleno de orgullo se marchó para nunca más volver. Pocos días antes, el 24 de junio, Juan Velazco Alvarado, mediante la Ley de la Reforma Agraria, se hace de más del 56% de las tierras agrícolas del país, bajo la premisa de que el campesino sería el nuevo empresario y que nunca más comería migajas de los patrones. 

En 1950, Guimoye adquirió la totalidad de las acciones de la Sociedad Ganadera y Agrícola Perú-Brasilera, recién constituida, con lo que pasaron a sus manos los fundos “Morerilla”, “Mineral” y Misquillacu” en Bagua. Don Emilio, a quien en la localidad se conoció como “El chino Guimoye”, se asentó entonces en aquella difícil zona de nuestra selva, acompañado de dos de sus hijos y dos hijos políticos. Puso su centro de operaciones y comenzó a trabajar. Un personaje notable de amazonas, influye mucho para esta decisión. Era Don José del Carmen Marín Arista, fundador del Centro de Altos Estudios Militares. 

La región de Bagua tuvo siempre la mala fama de ser poco apta para la producción agropecuaria. Se dice de ella que es un mito, un sueño, un embuste. Emilio Guimoye mostró la falsedad de semejantes asertos, haciendo de sus fundos prósperas empresas de muy alta competitividad. La tan necesaria expansión de nuestras fronteras productivas se iniciaba apenas cuando el activo hombre de empresa e industria fue despojado de sus pertenencias. “Voy a romper esos mitos”, decía a todos los peones de la hacienda y como buen descendiente asiático, daba instrucciones a los capataces y obreros, cada actividad que tienen que desarrollar en la jornada. Desde las cinco de la mañana, con la espalda empapada por las aguas del río Utcubamba, iniciaban el roso de las montañas y la aclimatación de las semillas de algodón, así como del arroz. Sólo el 2% de las más de cinco mil hectáreas que adquirió, le dio utilidad agrícola y ganadera. Después de tanto experimentar, pudo observar su trabajo titánico y el placer de sentirse útil a su patria al escuchar bramar a decenas de becerros de un logro genético extraordinario como el Cebú Amazonas. 

Menos de una década tuvo en sus manos, el privilegio de transformar una tierra rica en un potencial económico que con el tiempo, es una reserva alimentaria para el país. Amazonas, por este territorio, cálido (extraordinariamente diría), somos conocidos por el potencial de unos de los arroces de mejor calidad que se consume en el país. Esta zona, tiene la peculiaridad de una diversa producción que la hace atractiva para futuras y megas inversiones que de hecho, transformarán el futuro de Amazonas. 

Emilio Guimoye, el rey de las mujeres, como lo decía en una entrevista con Alfonso Baella Tuesta y que se ve por youtube, tenía la esperanza de recibir una indemnización prometida por la expropiación, que en vida nunca se dio y si así fuera, tan solo recibiría, un equivalente a cuatro dólares de reparación por las expropiaciones ¿Cómo? Sí, es que estamos en Perú. Por medio de este gran inversionista y visionario, vaya mi profundo saludo a la hermosa provincia de Utcubamba que celebra su aniversario, este 30 de mayo. 

¡Un abrazo, amazonense para todos!

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