“Aquel que abarca mucho,
poco aprieta”, reza un dicho muy popular en el mundo de habla hispana; es decir, el
querer “acaparar” todo no resulta efectivo, menos productivo, tanto a nivel
individual como colectivo, motivo por el cual pocos resultados concretos se
logran en un tiempo determinado. El “acaparar” todo se traduce en hacer de todo
un poco al mismo tiempo y prolongar los resultados que al final afectan a tu
entorno y a la sociedad. De allí que es clave el enfoque en la planificación.
Amazonas, nuestra tierra, en sus 187 años de vida como territorio, pese
a sus grandes potencialidades sigue sumido en la marginalidad. Su 1.6 de PBI
según el Banco Mundial (medido en base a la productividad y exportaciones) y
sin contar con la fuga de producción que se factura en Jaén y Chiclayo, lo hace
poco viable todavía para avanzar en su sostenibilidad. Amazonas como tal, sigue siendo una caja de
Pandora por las desacertadas decisiones tomadas en los años que lleva como
departamento.
Los 20 primeros años, fueron nefastos para Amazonas. Desde 1855 hasta 1933
padeció de enfrentamientos políticos en base al caudillismo que a su antojo
fracturaron el departamento, invirtieron energía en la venganza antes que en
obras y acciones que proyecten su desarrollo, de allí que entrados los años 80,
recién “descubren” que es mejor y estratégico crear dos provincias: Utcubamba y
Condorcanqui para gobernarla con autoridades más cercanas a su realidad. Desde
el 2003 al 2018 se han hecho inversiones de los cuales, muchas ya resultan obsoletas
o no cumplieron su propósito, generando gasto en dinero y oportunidades perdidas.
En ese contexto ¿para qué ordenar y aplicar la planificación territorial?
Primero porque nos permite, mediante voluntad
política y pública, intervenir y seleccionar, escoger entre diversas
alternativas de uso de un territorio para priorizar inversiones que permitan
acelerar el desarrollo espacial, para lo cual se tiene que tener condiciones
como:
1. Uso alternativo del suelo.
2. Existencia de criterios sobre los usos más
convenientes (ambientales, económicos, territoriales) de cara a alcanzar una
finalidad social determinada.
3. Tener capacidad política para impulsar la
alternativa seleccionada
4. Principio de jerarquización que nos permita
identificar las oportunidades que tenemos ante el entorno.
Amazonas tiene una peculiaridad que muy bien lo
puede convertir en una potencia nor amazónica, si es que le damos valor a su
ubicación geopolítica como “departamento bisagra” entre la costa y selva
peruana. Es el territorio de mayor cantidad de recursos turísticos y es mega
diverso, que urge administrarlo mediante la planificación territorial sin calco
ni copia, menos imposiciones desde Lima.
Si comenzáramos a invertir en el turismo, gestando,
creando, “inventando” rutas y circuitos turísticos que permita la integración
cultural, histórica, ecológica, costumbrista de nuestros pueblos podremos
hablar de desarrollo. Este rubro es la mejor carta de presentación ante el
mundo que tenemos.
Si enfocáramos las inversiones en este rubro, tengo
la seguridad que para el 2038, habremos erradicado la pobreza extrema, la
anemia, desnutrición y las iniquidades en el territorio, ya que, invirtiendo en
proyectos de esta naturaleza, generaremos ingresos, éstos, mejorarán la calidad
de vida y, por ende, seremos vistos de otra manera en el futuro.
Solo falta, visión, compromiso, dejar de hacer cosas
coyunturales y pensar en grande. Solo eso.
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