Estamos a
poquísimas horas para que se acabe el fervor futbolístico en Perú, a pocas
horas de saber si por fin, después de 36 años volveremos a gritar los goles de
nuestra selección y el mundo disfrute de las habilidades de nuestros jugadores,
que lo tienen bien merecido y tienen que estar en Rusia el 2018.
Cuarenta años atrás
En
1977 hace sus pininos la aparición de la TV en la capital de Amazonas, la señal
llegaba por horas a la ciudad y a escasísimos hogares que tenían recursos para
comprar un televisor de tubos y en blanco y negro, además de perillas, antenas
aéreas que tenías que mover para evitar gruesas bolitas en la tele, que poco a
poco entro para quedarse definitivamente en la casa. En esa etapa también se
vivió la euforia deportiva. Nuestros ídolos eran Cubillas, Sotil, Cueto,
Velásquez, quienes bailaron a Escocia, Holanda e Irán en primera vuelta en
Argentina 78.
Chachapoyas
de esa etapa era exageradamente pequeña diría, las pistas eran en limitadas
calles, era una ciudad rodeada de huaycos, pequeñas quebradas, caminos
peatonales rodeados de maguey y pencas y muchas posas alrededor. Era una
euforia limitada, no había la emoción de esta etapa porque cada uno estaba
prendado de la radio a pilas y dentro de la casa, ah, pero los más atrevidos
nos escapábamos de la casa para ver los partidos en la estación terrena de
Entel Perú. La estación era una antena parabólica grande y una pequeña caseta
operada por “expertos de la empresa”. Era tan pequeño el local que las decenas
de personas que íbamos a ver y para observar el partido, subíamos a los arboles
de pino, la pantalla de tv era muy pequeña, quizá de 12 pulgadas, los más
pequeños nos metíamos debajo de las piernas de los mayores para ver de cerca. No
había cerveza, tampoco vinchas, menos serpentina o silbatos, peor las gorras,
las camisetas ni los parches de colores en el rostro, tampoco un ¡Arriba Perú,
carajo!
Ya
en el 82 cuando clasificamos a España, los mismos jugadores y con un Uribe en
toda su capacidad deportiva, la fiesta del fútbol llegaron a casi todos los
hogares, ya la tv era al alcance de todos y los que no podían contar con ella,
miraban la programación en las plazas públicas como Burgos, Santo Domingo y
Santa Ana, donde se había construido una torre para colocar la tv y vea el
pueblo.
En
esa etapa de mi vida, ya era más racional y maduro a mis dieciséis años y
recién salidito del colegio. Ver a nuestra selección en Europa era emocionante,
nuestro equipo había hecho una pretemporada excepcional, ganando inclusive a la
temida Francia con Platini en la ciudad luz; pero esa campaña fue una quimera
porque nuestra selección decepcionó, empatamos a Italia a Camerún y perdimos 5
a 1 ante Polonia con el famoso Latto como referente.
Desde
allí hasta el 2017 han pasado muchos años y nuestro país dejo de ser visible en
el mundo futbolero, la quimba, el pase corto, la jugada en pared del fútbol
peruano, pasó a la sombra. De esa generación de deportistas brillantes solo era
para el recuerdo y la lágrima seca. Cada eliminatoria era una frustración de
generaciones, que tal parece va llegando a su fin.
Regreso a la gloria.
Después
de mañana (martes 10 de octubre), poco a poco se olvidarán de las estrellas
como Chumpitaz, La Rosa, Quiroga, Muñante, Barbadillo, Cubillas y el “Cholo”
Sotil, los más de 40 mil personas que tienen la suerte de estar en el estadio,
portarán camisetas de Guerrero, Cueva, Carrillo, Flores, Yotun, Trauco, Farfán
y Gallese. Gritarán por los más de 30 millones que estaremos prendidos de la
tele. Ahora habrá una cerveza, una vincha, un gorro y hasta una camiseta roja y
blanca. Habrá muchas lágrimas y gritos desenfrenados porque estoy seguro la
frustración y la mala racha llega a su fin.
Mis
hijos ya no vivirán de historias que les contaba, hoy formarán parte de esta
historia. Todos apasionadamente daremos nuestro aliento y seremos ese hincha,
ese fanático que sacudirá de su cuerpo la “sal” para que la blanquiroja, baile,
quimbee, haga huachitas en Rusia 2018.
¡Todos
somos, Perú!
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