lunes, 9 de octubre de 2017

El fútbol, una pasión desenfrenada y contagiante.



Estamos a poquísimas horas para que se acabe el fervor futbolístico en Perú, a pocas horas de saber si por fin, después de 36 años volveremos a gritar los goles de nuestra selección y el mundo disfrute de las habilidades de nuestros jugadores, que lo tienen bien merecido y tienen que estar en Rusia el 2018.


Cuarenta años atrás

                En 1977 hace sus pininos la aparición de la TV en la capital de Amazonas, la señal llegaba por horas a la ciudad y a escasísimos hogares que tenían recursos para comprar un televisor de tubos y en blanco y negro, además de perillas, antenas aéreas que tenías que mover para evitar gruesas bolitas en la tele, que poco a poco entro para quedarse definitivamente en la casa. En esa etapa también se vivió la euforia deportiva. Nuestros ídolos eran Cubillas, Sotil, Cueto, Velásquez, quienes bailaron a Escocia, Holanda e Irán en primera vuelta en Argentina 78.



                Chachapoyas de esa etapa era exageradamente pequeña diría, las pistas eran en limitadas calles, era una ciudad rodeada de huaycos, pequeñas quebradas, caminos peatonales rodeados de maguey y pencas y muchas posas alrededor. Era una euforia limitada, no había la emoción de esta etapa porque cada uno estaba prendado de la radio a pilas y dentro de la casa, ah, pero los más atrevidos nos escapábamos de la casa para ver los partidos en la estación terrena de Entel Perú. La estación era una antena parabólica grande y una pequeña caseta operada por “expertos de la empresa”. Era tan pequeño el local que las decenas de personas que íbamos a ver y para observar el partido, subíamos a los arboles de pino, la pantalla de tv era muy pequeña, quizá de 12 pulgadas, los más pequeños nos metíamos debajo de las piernas de los mayores para ver de cerca. No había cerveza, tampoco vinchas, menos serpentina o silbatos, peor las gorras, las camisetas ni los parches de colores en el rostro, tampoco un ¡Arriba Perú, carajo!

                Ya en el 82 cuando clasificamos a España, los mismos jugadores y con un Uribe en toda su capacidad deportiva, la fiesta del fútbol llegaron a casi todos los hogares, ya la tv era al alcance de todos y los que no podían contar con ella, miraban la programación en las plazas públicas como Burgos, Santo Domingo y Santa Ana, donde se había construido una torre para colocar la tv y vea el pueblo.
                En esa etapa de mi vida, ya era más racional y maduro a mis dieciséis años y recién salidito del colegio. Ver a nuestra selección en Europa era emocionante, nuestro equipo había hecho una pretemporada excepcional, ganando inclusive a la temida Francia con Platini en la ciudad luz; pero esa campaña fue una quimera porque nuestra selección decepcionó, empatamos a Italia a Camerún y perdimos 5 a 1 ante Polonia con el famoso Latto como referente.


                Desde allí hasta el 2017 han pasado muchos años y nuestro país dejo de ser visible en el mundo futbolero, la quimba, el pase corto, la jugada en pared del fútbol peruano, pasó a la sombra. De esa generación de deportistas brillantes solo era para el recuerdo y la lágrima seca. Cada eliminatoria era una frustración de generaciones, que tal parece va llegando a su fin.

Regreso a la gloria.

                Después de mañana (martes 10 de octubre), poco a poco se olvidarán de las estrellas como Chumpitaz, La Rosa, Quiroga, Muñante, Barbadillo, Cubillas y el “Cholo” Sotil, los más de 40 mil personas que tienen la suerte de estar en el estadio, portarán camisetas de Guerrero, Cueva, Carrillo, Flores, Yotun, Trauco, Farfán y Gallese. Gritarán por los más de 30 millones que estaremos prendidos de la tele. Ahora habrá una cerveza, una vincha, un gorro y hasta una camiseta roja y blanca. Habrá muchas lágrimas y gritos desenfrenados porque estoy seguro la frustración y la mala racha llega a su fin.

                Mis hijos ya no vivirán de historias que les contaba, hoy formarán parte de esta historia. Todos apasionadamente daremos nuestro aliento y seremos ese hincha, ese fanático que sacudirá de su cuerpo la “sal” para que la blanquiroja, baile, quimbee, haga huachitas en Rusia 2018.
               
  ¡Todos somos, Perú!


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