Lo he
tratado por varias veces, de varias maneras, en diferentes contextos. Sea como
aprendiz de periodista, como tal o como paisano, Hace años que su pequeña
figura ya no se le veía paseando por los medios nacionales o por los pasillos
de su eterna casa de trabajo “El Comercio”. Su voz plateada y con el dejo
inconfundible de chachapoyano, sus párrafos agudos plasmadas en una crónica, en
una noticia o en un editorial, ya se silenciaron para siempre: Alfonso Baella
Tuesta, ha muerto.
Ha muerto
con el, una generación de periodistas notables, con calibre de conciencia poco
visto en la actualidad o en los periodistas modernos. Agudo, crítico, a veces
irreverente, procaz, directo, claro y aplomado. Ha muerto un periodista que
lleva en su tumba, la medalla de la libertad, por el cual fue perseguido y
desterrado, junto a los “comunistas” que nunca compartió sus ideales, pero los
respetaba. Murio, el brazo derecho de una dinastía periodística, llamado los
Miró Quezada, siendo el jefe de la pagina editorial de “El Comercio”.
De acuerdo a
su biografía, fue abogado primero, luego periodista, murió siendo periodista
antes que abogado. En los años 80 fue mi primera experiencia personal de
conversar con él en una entrevista para su programa de televisión “Frente a
Frente”, cuyo reportero era su hijo, Alfonso Baella. Era en esa época, estudiante
de comunicaciones y responsable del FENADORDES, donde oficiaba de coordinador.
;Luego en el congreso de la república para hablar sobre política, su ideología,
pensamiento y motivos por haberse metido al congreso, la tercera en
Chachapoyas. Ese día, ví a dos viejos amigos que se encontraban de mucho
tiempo. El con su voz plateada, ¡Ubicho!, le dice. Mi querido doctor, responde mi
padre. Conversan poco, la gente presionaba al congresista. Mi padre y yo vimos
alejarse de nuestro lado en olor a multitud. Yo he sido compañero de Baella en
la escuela, me dice.
Era amable,
cordial, un viejo periodista, zorro y que te daba cancha para hablar, además de
leal. Esa lealtad férrea a su bancada que hizo ser partícipe de un acto
(justificado o no) en el congreso de la república: El famoso referéndum, cuyo
voto lo justificó en un libro del mismo nombre. Esa lealtad a la libertad de
prensa, hizo que sea deportado a la Argentina. Ese acto político de la
dictadura de Velazco, hizo que publique tres enormes libros, que grafican ese
periodo de tiempo hasta antes de la transición democrática y quizá sea los
libros que lo llevó a la posteridad. Esos libros, lo tengo en la casa como un
grato y hoy invalorable recuerdo ante la partida de un hombre de prensa, que
llevó el nombre de Amazonas y muchas veces hasta sin “decirlo”.
Luego de una
larga enfermedad, yace hoy en el sueño eterno, un hombre que no soñó ser en su
vida: un hombre al servicio de la libertad de prensa y de la opinión y la
política. Un hombre quizá muy minimizado en su procedencia, pero que sublimemente
lo llevaba en su corazón, llevando el nombre de su productora de televisión,
aquel recuerdo de su lejana infancia donde convivía con su padre y El Molino.
Descanza en
paz, viejo maestro de la pluma. He tenido el gusto de saludarte muchas veces y
como esas veces, elevo mi oración por tu alma y tu descanso eterno. Hoy te
encuentras con “EL MISERABLE” para que te cuenta la verdadera historia de esa
nefasta etapa que todo vivir a los peruanos: rodeados de botas y cachacos.
Hasta siempre, Don Alfonso.
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