jueves, 15 de enero de 2015

Entre lornas y habichuelas





Ring, ring, ring, suena el celular. ¡Hola! Le dijo. Al otro lado del teléfono la voz encrespada del gallo me dice que me esperan para la jornada de la semana. Si no llegas en punto, hay multa me dice y cuelga.
Es sábado, como todos los sábados. Bueno, casi como todos los sábados. Llueve, hace frio. Un frio cadavérico que se nota en la palidez de los transeúntes que caminan por las calles de la ciudad.




De uno en uno van llegando los del club del cacho. Glup,glup lo que suena el cogote pasa el vaso de castigo, un abrazo y un saludo es la bienvenida a cada uno de ellos.
Dependiendo de la cantidad de los integrantes, se juega con llevadas o cada uno realiza su juego como el azar lo permita. Desde hace meses no nos acompaña Marino, según Lucas, está en proceso de retiro y jubilación en el juego. No lo creo. Su ausencia es terrible. No hay quien motive al grupo, ni la pancha francisca, ni las celebres frases como “crees que estás con los giles de tu barrio” o “lávate el tarro y tomate el agua”, jajajajaja. Es un caso particular y un emblema en el juego al mismo tiempo.
Cada uno con su dado hacen su primer tiro. Salen uno, tres, dos, seis. El de más alto puntaje inicia y regla el juego. Los primeros tiros son para medir al contrincante dice Leoncio, Conrado replica ojalá no te quites cuando llegues a capitán, juego es juego dice Gallito, si pero no es ajedrez replica otro y las primeras risas de la mañana suenan en “El Portón”. Para evitar “olvidos” en la mesa quedan chapas por cada mano ganadora.
Entre juego y juego hay una pausa para analizar la semana que pasó. En la mesa se habla de todo, hasta cambiamos el mundo y las botellas siguen llegando. Rómulo el protector del grupo escucha a lo lejos, fuma profundo su cigarro rubio, interrumpe la jornada con una pote de cancha para que la “bufalada” siga bregando.
Los dados ruedan sin parar. Marino invoca a su “Pancha Francisca” para ganar el juego o hace una línea imaginaria en la mesa para “brujear” al rival, tira Leoncio y todos gritan ¡Callao puro!. De un tiro de cinco dados, todos salen seis. Lucas picado por la suerte del “chino”, invoca al señor del Shundor e increíblemente saca cinco ases, los demás simplemente a mirar. ¡Que tal manazo!, es el consuelo de los perdedores.


Los menos favoritos en el juego, jugamos por jugar, por pasarle bien con los amigos, pero la suerte muchas veces llega rompiendo las reglas del juego. Resuena en la cabeza palabras como: Cinco zambas en dos, cinco chinas son mejores, te siguen los maricones, haz venido, chinas mentirosas, zambas traicioneras, he visto muertos cargar basura o el célebre, hombre cobarde no entra a palacio o el vía crucis. Cada palabra es celebrada con entusiasmo, pero muchas veces es motivo de incredulidad, cuando bajo la manga sale el tiro del desprecio y los expertos se convierten en lornas y habichuelas.
Y así se repiten los sábados donde un grupo entre seis o cuatro viven la vida, la semana, las emociones y al mismo tiempo sus frustraciones. Luego de dos horas de relajo y de miles de metros recorridos de los dados por la mesa, cada uno vuelve a la soledad de su humanidad con la ilusión de regresar al club del cacho y pregonar con euforia su triunfo o simplemente pasar por caja y recibir el saludo militar de los subalternos  que miran al perdedor con respeto por su grado deudor.
Muchas veces salí del juego con el  grado de mayor, aun que la mayoría no llego ni a cabo y no por habilidad, tan solo por que los juegos, juegos son y como tal, el azar hace camino en los dados eternos, como decía Vallejo en su poema genial.

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