Yo, como a muchos, no sabemos cuando
entró a nuestras vidas Ernesto Trigoso
Cubas, más conocido como ENETO, de quien se han escrito tantas cosas y
quizá muchas por decir todavía. Ese viejo niño de más de setenta años, está hoy
orando por todos nosotros al pie de papa Dios. Ese amigo eterno, que se robó el
corazón de todos a muerto físicamente a las 2.20 de la madrugada de hoy, pero eternamente vivirá en el recuerdo
de cada uno de nosotros.
Lo conozco desde que trabajaba en
caminos y chambeaba repartiendo papeles. Lo conozco más, cuando salía a la
radio llevando memoriales para que las autoridades arreglen las calles o para
ayudar a muchos desposeídos o caídos en desgracia. Lo conozco, carajo, cuando
dormía en la calle, ya que algunos parientes lo negaban cobijo. Lo conozco
porque en cada calle de la ciudad, su figura “chaplinesca” aparecía frente a ti
para pedirte un favor o hacerte una palomillada y decirte, que no te amargues
porque eres su cuñao, de alguna hermana imaginaria.
Divago en mi memoria y veo su rostro
de niño con esos ojos que irradiaban dulzura, pero por sobre todo inocencia y
bondad. Su pelo corto y parao que cuando lo tocábamos, nos decía, “no fatidies
pe mayecona”.
Tantas veces nos hemos cruzado en el
camino, en el seguro donde era atendido por sus amigos, últimamente en el
hospital a donde acudimos a su llamado llevando un afiche de la Mama Asunta,
para que lo proteja en su lecho de dolor. Nadie como él para sentir la
devoción, al extremo que su último deseo era para que su querida “Mama Asunta”
pase por su casa y he recibido el recado de gestionarlo, pero la necedad se
impuso al interés colectivo.
Eneto, quizá sea el último personaje
de una sociedad de cambio. El último hombrecito de defectos físicos, pero de
grandeza descomunal para servir a los demás. Nadie como él para expresarte una
pena. Nadie como él para motivarte una caricia o un abrazo. Nadie como él para
seguir creyendo en el hombre. Ese hombre que cada 24 horas se recicla para ser
una cápsula de soledad y vanidad.
Algo más habrá hecho este hombre en
vida, para que todos lo rindamos pleitesía. A su lecho de enfermo han desfilado
familias enteras y de toda clase social, llevándole una propina, ramos de
rosas, muchos han orado por él. Los médicos lo han tratado como al mejor y más
caro de los pacientes a cambio de nada. Quizá en toda su existencia terrenal
fue un ángel de verdad. Ese ángel que hemos tenido para disfrutarlo en vida y
quizá con algún gesto bueno con él, nos hayamos ganado un pedacito de cielo; ese
espacio desconocido que seguramente nuestro querido eneto, desde que nació se
ganó un sitio en él.
Hoy que nunca más lo veremos por la
calle, seguramente nos daremos un espacio de nuestro tiempo para acompañarlo en
su última morada, pediremos a nuestro amito que vele por él, como sus amigos lo
protegimos en vida. Pediremos que se reencarne en cada uno de los que vivimos
todavía para tener en nuestro espíritu esa alma de niño bueno, esos gestos de
inocencia y bondad, esa voluntad de servicio y de amor desmedido por los demás.
MI QUERIDO ENETO ¡TE
JURO QUE TE VAMOS A EXTRAÑAR!
No hay comentarios:
Publicar un comentario