Dos días
consecutivos, el cielo de Chachapoyas lloró. Consulté a Dios y me dijo en mi
sueño, que las puertas del cielo se abrieron para que se derrame las lágrimas
de todos los hijos amazonenses que murieron y por sus ojos, sus lágrimas como
los ríos bendijeron a nuestra noble ciudad. Me dijo así mismo, que, en un rincón
de su reino, vio que los ojos cansados de nuestro hermano mayor. Toribio
Rodríguez de Mendoza Collantes, se iluminaban nuevas ilusiones y al mismo
tiempo su corazón cansado palpitaba de emoción radiante porque este inolvidable
30 de mayo, el Perú, su noble patria, le tendió alfombras doradas para que su
nombre hoy y con más fuerza, suene en nuestra historia.
Vi
como manos temblorosas se juntaban con fuerza para aplaudir tan hermoso regalo.
Regalo que desde hoy disfrutan nuestros hijos y que les durará para siempre. Vi
palmas enrojecidas de tanto golpearse. Vi a nuestros ancianos, que, pese a su
edad cargada sobre el hombro, sonreían orgullosos de mirar el otro futuro de
nuestro pueblo. Vi a los niños y jóvenes ensayar más de una sonrisa. Vi circular
en cientos de ojos vidriosos, agua cristalina, que nos mostraban cual espejo de
sus almas, la emoción que nos embargaba.
Vi
abrazarnos más que nunca como hermanos, vi soñar nuevos horizontes, vi
disfrutar a nuestra gente de nuevas emociones. Vi reflejado en cada alegría, el
entusiasmo inocente de mis hijos, que orgullosamente y a su tiempo desfilarán
por la UNIVERSIDAD NACIONAL TORIBIO RODRÍGUEZ DE MENDOZA.
Vi
en tres horas de ceremonia como aplaude el pueblo de Amazonas. Escuché elevar
plegarias al viento, para que éste con su fuerza lo lleve a Dios supremo para
que recoja, entienda y comprenda que él, será el guía espiritual de este nuevo
camino que el destino nos brinda.
Vi
también, nuevas preocupaciones, porque asumimos el noble compromiso de demostrarnos
a nosotros mismos que somos capaces de hacer de esta UNIVERSIDAD, una
institución con mayúsculas. De hacer de esta casa de estudios una fortaleza
institucional que derrame calidad, capacidad, competencia y de muestras al mundo
que, de este regalo tan esperado, haremos que sus frutos sean dulces y mejores
para empalagar a todos con nuestras enseñanzas.
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