lunes, 12 de mayo de 2025

Vargas Llosa: la Casa verde y la leyenda de Fushía

 


Cuando supe de la muerte de Mario Vargas Llosa, se dijo de todo para el mundo de la intelectualidad y la cultura y poco sobre temas particulares. Trataré de hacerlo mediante una crónica donde se involucran personas reales: los bisnietos de Fushía, una periodista limeña que escribe un libro fascinante, el mismo premio nobel que visitó Condorcanqui por dos semanas por allá en la década del 50.


El viaje

En 1958, un antropólogo mexicano, recopilaba información sobre los reducidores de cabezas en Amazonas, se une con José Matos Mar, famoso antropólogo con el tiempo, Efraín Morote y José Flores Araoz, al que se suma como invitado Mario Vargas Llosa con tan solo 22 años de edad. En esos tiempos los viajes se hacían por hidroavión y aterrizaba en lugares anchos del Marañón, siempre que el río estaba crecido o se seguía la ruta de Bagua hacia Mesones Muro, tramo de carretera ya desarrollada porque  se contaba con el sistema de tuberías de petróleo que llevaba el oro negro desde Loreto a Talara.

Punto obligado para descansar era Imacita, un puerto de mucha importancia en esa época y que tenía pocas comodidades para visitantes. Había un hotelucho hecha en base a palos gruesos de madera y no te brindaban seguridad para evitar que las ratas pasen y vuelvan sobre tu cama. Temprano se abordaba las chalupas o peque peques, rumbo a Santa María de Nieva. Un punto intermedio para cargar gasolina, era Urakusa.

Este es el local actual del restaurante Ludim, que era punto obligado de todo viajero para comer

Urakusa, es una comunidad nativa y puerto obligado tanto para civiles como para militares. La primera imagen que  tiene todo viajero de la época, (hoy es recuerdo y abandonado), es del restaurante cautivador, construido sobre columnas de cemento, base y paredes de madera, cinco mesitas, un mostrador rústico, fotos antiguas de color sepia y una gorda señora que atendía. Tortuga frita, gamitana, sopa de añuje, arroz con huevo y plátano sancochado, congona o refrescos (pedíamos la prueba que era de agua hervida para tomarlo). Era placentero mirar al río desde sus balcones. Me imagino a Mario Vargas Llosa, almorzar, fumarse un cigarrillo y comenzar a idear lo que sería su primera y emblemática novela como es la “Casa Verde”. Quiero meterme en su genial creatividad para imaginarme a los niños desnudos, a las niñas que se esconden en los matorrales, el color de la naturaleza, el sonido de los pájaros, la pobreza extrema de la gente, el eco de los tucanes, el desfile de los bufeos, de las nutrias.

La mayoría de viviendas o comercios sus construcciones son de madera. El dueño de esta tienda, es el mismo del restaurante histórico de la zona de Urakusa

De allí, se bajaba a Santa María, pero, primero y obligado era parar en Cahuide, otro centro militar y de allí a la capital de Condorcanqui. En esa época, Nieva, debe haber sido un pueblo muy rústico. Cuando visité por primera vez en los 90, había un solo hotel, se comía debajo de casitas muy rústicas, lugar obligado para dormir era en las instalaciones de la Sub Región de Condorcanqui. Allí, bajo mosqueteros y calatos se dormía y al levantarnos de la cama, con cuidado teníamos que sacudir nuestros zapatos ya que, si no era una araña, era salamandra u otra especie rara para nosotros. Ese viaje imagino que también lo hizo el gran escritor de “Conversación en la Catedral”

Uno de los puertos donde se arriba desde cualquier punto hacia Santa María de Nieva

Antes de estas construcciones, había un puente de madera pequeño, al costado un hotel, el único de la época en que Vargas Llosa estuvo en Nieva. Era de madera, de color azul vistoso, luego fue un bar y al final se convirtió en una panaderia conocida en el lugar.

Sus historias

A sus 22 años, con esta primera experiencia amazónica, curioso como todo escritor, indaga y escucha historias durante dos semanas que estuvo allí y se sorprende el saber de la presencia de un japonés, migrante forzado de la II Guerra Mundial, del poder de los Benzúr (migrante israelita) y de otras familias. Se entera que había la dictadura del caucho, historias llenas de fantasía, imaginación que luego lo escribe en “La Casa Verde” y posteriormente aclarada por Irma Del Águila, quien escribe “La Isla de Fushía”, la historia de un hombre que hizo fortuna y se quedó en la pobreza con la reforma de Velazco.

Portadas originales de dos libros de una misma historia. Ambas hablan de Santa María de Nieva


Vargas Llosa en su libro “Historia de una novela” dice, escribir una novela es una ceremonia parecida al strip-tease. Como la muchacha que, bajo impúdicos reflectores, se libera de sus ropas y muestra, uno a uno, sus encantos secretos, el novelista desnuda también su intimidad en público a través de sus novelas. Entendiendo que entre líneas nos dice que todo es imaginación, en “La Casa Verde”, refleja lo que le contaron sin muchas evidencias y describe lo que escuchó y le contaron. Parte de su narrativa, está relacionada con su infancia en Piura y la curiosidad por saber de una casa verde en medio del desierto, de las experiencias de las monjas que educaban a las niñas y los enviaban la costa para que vivan de criadas o mejoren su condición de vida. Escucha a una niña que retornó escapándose de una casa. Allí le prostituían. También le cuentan de un ciudadano japonés que era un truhan, violento, dueño de una isla y rodeado de decenas de mujeres. La Casa verde, se constituye así en una gran novela, calificada dentro de las mejores que escribió.

(continuará...)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que interesante. Muy bueno. Felicitaciones.

Anónimo dijo...

Hicieron fama acostá de dejar mal la imagen de una persona que era todo menos lo que el libro dise.