jueves, 14 de diciembre de 2017

El terracota y yo



Eran las tres de la madrugada. Esa noche me acosté temprano, hacía mucho frío en Pekín. Los reportes indicaban que entrabamos a la estación de invierno. Frente a mi cama estaba un televisor que cambiaba de canal con el control para ver los programas que emitía la televisión China.


Entre idas y venidas presté atención a unos descubrimientos arqueológicos hechos en la provincia de Shaanxi. Increíblemente uno detrás de otro podía apreciar más de ocho mil soldados Terracota que parecían dormidos, inertes pero con portes altivos marcados por la gallardía también.

¡ Tran, tran! ¡Tran, tran,tran! ¡Tran, tran,tran!, escucho pasos fuertes por el pasadizo del hotel, abren la puerta de mi dormitorio ¡Tran, tran!, llegan los pasos al costado de mi cama. ¡Tái qǐchuáng! (1), escucho decir, se acercan a mi cama, levantan el cubrecama, me quitan la pijama y siento como entra una aguja en mi espalda vomitando un líquido quemante. ¡Zhǔnbèi hǎole, yībān! (2). ¡Tran, tran!, poco a poco los pasos se alejaban de la habitación. Gemía, temblaba, sudaba frio, como imantado a la cama no podía mover ninguna parte del cuerpo.

Un helado aliento recorrió mi rostro, de reojo alcanzo a ver un casco dorado, unos bigotes puntiagudos. De helado a tibio pasó el humor de su respiración. Nǐ sǐle háishì, huózhe (3), susurrando se fue. ¡Tran, tran, tran, tran!. Entre sollozos mi cuerpo vuelve a la vida, el televisor prendido irradiaba rayas o círculos blancos y negros. Una gota helada baja de mi cabello bordeando mi nariz y labios para caer al piso de la habitación. No sé si era la sensación o por el frio de aquella madrugada, al impacto de la gota de sudor al suelo, pequeños halos de humo brotaban e inundaban de un olor a pelo quemado en el cuarto. Con el dolor en la espalda, caminé hacia fuera de la habitación alcanzando a ver una silueta dorada que lentamente caminaba y se perdía en la sombra de la madrugada, fría, fúnebre, tétrica. Insoportablemente fría, diría.  

Entre a  la ducha, abrí con fuerza el caño del agua fría, me moje desde la cabeza a los pies, no salí del agua pasado diez minutos. Temblaba, prendí la calefacción, me tapé con todas las cubrecamas posibles, pensaba, pensaba, solo pensaba, mientras escuchaba una grulla desplazarse dando zancadas para atrapar insectos por fuera.

Por la noche, en Guangzhou, nos llevan a un restaurante de comida cantonesa, todo no tenía sabor, insípido, soso. Desde verduras, pescado, mariscos, carne de cerdo ahumado, licor de arroz, agua, helados degustaba sin agrado. Muchas preguntas me hacía sin respuesta, sorprendentemente el dolor de la espalda había desaparecido, caminaba erguido y hasta con algarabía. Ese dolor que te hacía sentar después de unos pasos, que te pedía a gritos un calmante era cosa del pasado. ¿Qué pasó? ¿Qué pasó?. Una música ligera, sutil, placentera se escuchaba que salía de una citara  o guqin (4) y calmaba mis dudas y temores.


Bajo las gradas en compañía de mis amigos, Víctor y Pedro me indican con la mano, mira esa preciosidad, me dicen. Volteo, era un Terracota. ¡Sí!, idéntico al que entró a mi cuarto, el que pasó su rostro cerca al mío y me dijo que si moría o viviría. ¡Sí, era él!. Lo miré de pies a la cabeza, temblaba, fije mis cansados ojos miopes sobre su augusta figura, a mi lado estaba Rosita, le pregunte quien era. Me dice orgullosa, es una silueta que representa a los legendarios guerreros de Xian, pero este es Qin Shihuang el Emperador que se hizo enterrar junto a su ejército de barro por temor al “otro mundo”.

Movía mi cabeza incrédulo por tener frente a mí la silueta de un legendario guerrero y líder Xian, mis ojos no se cansaban de admirar y repetir preguntas de asombro. ¡Vamos! Escuché decir a mis amigos, caminando sin dar la espalda al guerrero me alejé, no lo sé, quizá sea mi ilusión, vi mover su arma, bajar la cabeza, confieso que corrí.

En mi oído, solo alcance a escuchar Yízhi ni(5)
 




(1)¡Quiten la cubrecama!
(2) ¡Listo, General!
(3) Vives o mueres
(4) instrumento ancestral de cuerdas de China
(5) Te curé

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