Sí, suena a una frase de
entrenamiento militar. La planificación es una herramienta lógica en la
modernización del estado. Con ella se gana la guerra, se gana a las
adversidades, se alcanzan las metas propuestas y se logra el tan ansiado
desarrollo; siempre y cuando el diagnóstico sea real y la visión que se quiere
se ajuste a lo evidente y real. De lo contrario, solo seremos fieles
cumplidores de la ley.
Desde los años 90 se viene haciendo
incidencia en la administración pública los presupuestos participativos, los
planes estratégicos y los planes de desarrollo concertado. Muchos ellos
copiados de otras latitudes por “consultores y expertos”, que al final de
cuentas, son rumas de papeles que se pierden en el tiempo, la apatía y de
capitulación política de las coyunturas.
Un trabajo bien interesante está
realizando la Cooperación Internacional por medio de GIZ, quien por medio de
sus consultores vienen desarrollando el Plan de Desarrollo Concertado de
Amazonas – PRDC con un horizonte al 2021. Este plan tiene un virtud:
articulación y alineamiento a las políticas nacionales, los cuales también
deberían hacer lo mismo los gobiernos locales en la región. Sin embargo hay un
detalle, crudo, evidente y real que deberíamos tomarlo en cuenta para construir
una visión objetiva: la deuda social que tiene el estado peruano con Amazonas.
Se quiere que al 2021, Amazonas sea
una región sostenida, segura con manejo de una economía verde sustentable y
turísticamente atractiva, que a mi parecer es lo correcto, lo ideal y lo justo
para nuestro departamento; pero comparto con cada uno de ustedes algunas cifras
que deberíamos tomar en cuenta, más todavía los que conducen el timón del barco
regional.
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Solo el 60% de la infraestructura educativa regional
se encuentra en buenas condiciones, de allí que para que tengamos una educación
de calidad, incluido infraestructura y calidad de maestros más servicios
adecuados de internet, se requiere un aproximado de S/1,200 millones de soles.
Similar cifra o mayor, en el sector de la salud.
-
Solo el 8% de los más de 2,200 kilómetros lineales de
carreteras en Amazonas es asfaltada; y si tomamos en cuenta que cada kilómetro
se hace con un millón de dólares, se requiere ahora, más de 200 millones de
dólares y eso sin hacer referencia a que todavía existen muchas trochas y
caminos vecinales por construir para que tengamos conectividad terrestre
coherente con las demandas y necesidades de nuestros pueblos.
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Si sólo Chachapoyas, cuenta con un sistema de agua
potable y de calidad, faltan contar con ese servicio, 82 distritos de Amazonas
y si costearíamos en promedio los costos de cada uno de estas instalaciones,
suponiendo que costaría entre un millón y dos millones de soles, se tiene que
invertir más de 1 640 millones de soles.
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Si queremos ser destino turístico, se tiene que
invertir en los próximos cinco años, 55 millones de soles para poner en valor
solo el 40% de los recursos turísticos con que contamos en nuestro territorio.
Si hacemos
un cálculo matemático, la deuda que tiene el estado peruano con Amazonas para
la ejecución e implementación de estas obras, supera largamente los 500 mil
millones de soles. Si tenemos en cuenta que Amazonas al 2015 recibe del
Gobierno Central solo 215 millones para obras, imagínense en cuantos años se
estarían cerrando estas brechas en nuestra región, creo que en más de 70 años.
Es decir la visión que se quiere construir hoy, debería ser para el año 2085.
Amazonas,
tiene cifras rojas desde hace mucho tiempo. Cifras caprichosas por estadísticas
desfasadas tales como: Pobreza, desnutrición, exclusión, anemia y
competitividad. Cifras que en los próximos seis años para llegar al 2021, dudo
que se logre superar; por lo que se propone que como todo documento estratégico
de desarrollo que se convierte en la guía política de gobernabilidad, se
traslade al 2032, año en que Amazonas cumple 200 años de creación o al 2038
fecha histórica donde la capital de nuestra región, recordaremos los quinientos
años de fundación española.
Soy
consciente, que Amazonas es un territorio de muchísimas potencialidades y al
mismo tiempo de extremas oportunidades para convertirse en un departamento
diferente y referente del desarrollo a futuro. Ese futuro ya comienza con las
inversiones públicas y privadas como el teleférico o como las hidroeléctricas
previstas sobre nuestro río Marañón. Lo que falta para que eso sea realidad, es
calidad, pertinencia, pasión, creatividad, gestión de aquellos que tienen bajo
su hombro el desarrollo coherente o cohesionado de Amazonas.
La
planificación es desarrollo. Entonces comencemos a desarrollarnos nosotros
mismos. En ese contexto, cuerpo en tierra, es planificar desde nuestra la
realidad.
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