miércoles, 27 de agosto de 2014

Un pitsito(*) de agua


 Tengo medio siglo cargando sobre mi cuerpo. Suficientes como para entender y comprender que algo en nuestro entorno anda mal y huele mal. Las noches no son frías, son heladas, los días no son cálidos, son ardientes (por el sol). Nuestros labios necesitan de crema de cacao o de lo que sea para que no se parta por el frío seco y brusco que se adhiere a tu piel y por más abrigo que te pongas, viajas y duermes con él. El sol te quema hasta las entrañas. Y sigo pensando que algo va y huele mal.





Me dice el abuelo, Ernesto, que ya nada es igual. Esas punas que veste (1), ya no son las mismas, hoy está todo sipra(**), ya no vemos ni las vizcachas, ni los zorros, menos los pumas, peor los osos, que cuando era niño, un poco más pasaban cerquita a tu casa, me dice y seguimos nuestro camino a Yurumarca, que no es solo una histórica mina de sal, es también la cordillera que alimenta del agua a la mítica catarata de Gogta(2), que es nuestro destino final.

En Vituya, entramos a la casa de Manuela Gáslac, para tomar desayuno de viajeros: Café con torreja de huevos y pan. Pronto del otro lado de la plaza, llega Don Agucho con dos mulas ensilladas. Pa´que (3) suban la cuesta, me dice. Conforme se sube a la cordillera, el aire es más frio pese al intenso sol de la mañana. Retamas, pinos quedan atrás para dar paso a los pajonales y el icho. Miramos nuestro GPS, nos indica que estamos a 3,220 metros sobre el nivel del mar. ¡Lay!(4) Decimos todos y tratamos  de sacar la gorra, los guantes para soportar el frio. ¡Estamos en helada!, no dice, Cristóbal.
Cuatro horas después de viaje, llegamos a Yurumarca, poblado histórico del Alto Imaza, que hasta los años 80 era muy concurrido por decenas de arrieros que venían de todas partes para llevarse un poco de sal para alimentar al ganado vacuno y caballar, así como para aderezar las tushpas (5) de Amazonas, Cajamarca, San Martín y hasta la costa norte del Perú. Preferimos quedarnos este día, porque viajar a la cordillera es tedioso y con lo malo del camino se torna peligroso. Ese tiempo de la tarde, recorrimos la mina y sus cerca de cinco túneles que tiene. Al interior de ella, se puede apreciar los colores de la sal: rosada, negra o blanca, igual de codiciadas por los hombres del campo.

Luego de un sueño reparador, un desayuno consistente en sopa de ajos con papas amarillas, tu taza de café y una talega (6) de pan, partimos a nuestra meta. Ya en la cordillera, decenas de hombres vemos como a punta de coca y trago, han cortado con la hocina (hoz), varios metros cuadrados de yerba seca, para que construyan viveros para producir plantas de pino, que serán sembradas en un radio de 5 hectáreas a fin de proteger la cordillera y tener más agua en el futuro. Esta zona es tierra de osos, me dice, mi tocayo Manuel y me muestra unas bolitas dulce de cholpe (7) y moracaballo (8), que entra heladito a nuestro estómago, más allá podemos ver diferentes tamaños de hongos comestibles que los pobladores de la zona lo llaman callampa (9).

Con briosos caballos, los niños corren por las pampas y pajonales de los ochentas, lugar muy conocido por albergar en este territorio varios espejos de agua, llamados “los ochentas”. De esta zona nacen las quebradas de Zuta y Upa para dar nacimiento a una joya natural de Amazonas, como es Gocta, la tercera catarata más alta del mundo. A pocos pasos para entrar a los pajonales se aprecian niños y familias enteras sembrando pinos, que son sacados de los viveros lo más rápido que se pueda, ya que la fuerte helada, puede quemar las plantas y perder el propósito supremo de este trabajo, como es forestar la cordillera con la finalidad de tener mayor cantidad de reserva de agua.

Manuel, Cristóbal y Agapito, me cuentan que la temperatura ya cambio muy de prisa. Viendo el hielo sobre el suelo, me cuentan que hace como treinta años eran gruesas capas de hielo y demoraban en derretirse con el sol, muchas veces hasta la media mañana teníamos que esperar para seguir nuestro camino, porque el hielo era bien duro y como es suavito(10), los caballos se resbalaban, ahora esto ya no es nada y por eso las aguas que van a Gocta, ya no es mucho y si no se hace algo, quizá con el tiempo, la catarata sea una leyenda y como recuerdo solamente quedarán las fotos.


Efectivamente, las quebradas de Zuta, Upa y Shique, ya no tienen los mismos caudales de siempre. En el verano del 2013 como las lluvias se alejaron por mucho tiempo solo eran hilos brillantes que bajaban por la montaña y eso se puede repetir con el tiempo.

Ese pesar y dudas sobre el futuro de las aguas de Gocta, hizo que intrépidamente viajáramos por más de doce horas, cruzando cordilleras por donde el viento silva poderosamente y te quiere arrojar al abismo. Cruzamos las quebradas a lomo de nuestros caballos y llegamos a la naciente de Gogta. Una naciente que truena como los rayos de Zeus; pero que al mismo tiempo, tiene sonido de esperanza para que el agua sea eterna y bañe de sueños y poemas a los miles de visitantes que desde San Pablo o Cocachimba observan este gigante, que he tenido por breves momentos a mis pies. 

* Poquito
** Desnudo
1 .- Mirar
2.- Catarata más alta del Perú, ubicado en Bongará - Amazonas
3.- Para que
4.- Relacionado a frío
5.- Fogones para cocinar
6.- Bolsa de tela donde se coloca el pan
7.- fruta nativa de la zona, muy dulce
8.- Especie de zarzamora silvestre
9.- Hongo silvestre, comestible.
10.- Suave

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